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>> Pasado, Presente y Futuro eléctrico casi metro por metro, pueblo por pueblo. Para ello contábamos con la ayuda de un par de electricistas locales con quienes nos comunicábamos gracias al buen hacer de una traductora proporcionada por La Legión. El objetivo era volver a Madrid con una valoración de los daños de la red eléctrica lo más detallada posible que permitiese al Ministerio aprobar un presupuesto para su reparación. Con nosotros también venían cada día un teniente y un par de legionarios de escolta. Gracias a ellos, y tal y como me aseguró aquel coronel en Madrid, creo que jamás me he sentido tan bien cuidado como durante aquellas semanas en Kosovo. Basta decir que cada vez que teníamos que adentrarnos a pie por un sembrado o una pista de tierra para revisar un transformador o un poste de la luz, uno de los legionarios, un chico asturiano muy joven, se ponía a la cabeza del grupo y nos decía que lo siguiéramos, teniendo cuidado de pisar por donde él pisaba, ya que aunque toda la zona había sido desminada toda precaución era poca. Ramón y yo protestábamos, aunque con la boca chica, aliviados de tener a los legionarios velando por nuestra seguridad. Y con cada una de nuestras tibias protestas, siempre nos respondían lo mismo, que como a nosotros nos pasara algo a ellos se le caería el pelo, y que al fin y al cabo estaban allí para protegernos y que ese era su trabajo. Creo que pocas cosas resumen mejor lo que es La Legión y lo que significa ser legionario que tal ejemplo de profesionalidad y generosidad. Eso es algo que nunca he olvidado. Como tampoco puedo olvidar las manos huesudas de una de las monjas del monasterio de Gorioč, una señora mayor, muy pequeña, agarrando con fuerza el brazo del teniente en agradecimiento por la protección que La Legión les brindaba en forma de un pelotón de legionarios que vivía allí día y noche, a los que había que añadir uno de nuestros BMR, a modo de elemento disuasorio, aparcado a las puertas del monasterio. Sin ellos, Gorioč habría sido pasto de las llamas con toda seguridad. Esa imagen, la de nuestros BMR en Gorioč o el Patriarcado de Pec o en Zac, protegiendo a la comunidad gitana del pueblo de las iras de la mayoría albanesa, es algo que también se me viene a la cabeza cada vez que pienso en Kosovo. Y es que en las guerras, en cualquiera de ellas, las víctimas se transforman en verdugos y viceversa con una facilidad pasmosa. De ahí que todavía cobre más importancia el inmenso trabajo que nuestros legionarios hicieron en Kosovo, sin tomar nunca partido por nadie, tendiendo puentes con unos y con otros, siempre desde la más estricta neutralidad y con la única divisa de ayudar en todo momento a los más vulnerables, fueran de la comunidad que fueran. Un ejemplo de esta vocación de servicio de la que fui testigo fue un matrimonio serbio con cuatro niños pequeños que vivían a medio camino entre Istok y Durakovac. Un par de semanas antes de mi llegada les habían quemado la casa y desde entonces dormían a la intemperie, en un campo cercano, aprovechando que todavía no hacía mucho frío por las noches. Pues bien, no hubo una sola vez que pasáramos por allí en que el teniente no pidiera parar un rato para comprobar cómo estaban y ver si necesitaban comida o medicamentos o cualquier otra cosa. Otras unidades que patrullaban por la zona también paraban a diario, y me consta que ese tipo de comportamiento era norma habitual en toda el área donde operaban los legionarios españoles. No quiero alargar más este relato pero si me gus- 68 548 · III-2019 La Legión


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