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LUIS M. GARCÍA REBOLLO servir al gran maestre de Rodas, que acababa de ser expulsado de la isla por los turcos y se había establecido temporalmente en Viterbo, al que presenta otra relación de la circunnavegación. En Viterbo también se establece el Papa, ahora Clemente VII, después de haber firmado a favor de la Liga de Cognac con Francisco I de Francia, contra el emperador español, Carlos I, y a favor de los turcos, guiado por los exclusivos intereses de la familia Médicis, a la que pertenecía. Aunque el Emperador los apresa a los dos y sus tropas saquean Roma, Pigafetta escribe nuevas relaciones ampliadas de la circunnavegación para Francisco I de Francia –que recibe su madre, Luisa de Saboya, regente en París al estar el rey encarcelado en Madrid– y para el papa Clemente. Con independencia del extraordinario valor de los relatos de Pigafetta, conviene hacer un paréntesis para entender la naturaleza del vicentino. De familia noble, llegó a España con el embajador de la Santa Sede apenas unos meses antes de que saliera la expedición, en la que embarcó por recomendación papal como sobresaliente a cargo de la corona española. Pigafetta, al regreso, corre a desvelar los secretos del viaje a las principales potencias extranjeras, especialmente a las que se habían aliado con los turcos contra el Emperador y contra la cristiandad. Como ya hemos manifestado, eran unos años en los que simultáneamente se atacaba y criticaba a la Monarquía hispanánica, pero no se tenían escrúpulos para sacar partido de ella. Es este el contexto en que quizá debería entenderse el diferente trato que dio Pigafetta a Juan Sebastián Elcano, al que no menciona, mientras que ensalza exageradamente la figura de Magallanes. En cualquier caso, el emperador Carlos I supo poner orden en Europa, paró a los turcos en Viena y ubicó a los Caballeros Hospitalarios, expulsados de Rodas, en Malta, isla que les cedió por la renta anual de un halcón, el mítico «Halcón Maltés». De todas las versiones del viaje escritas por Pigafetta, en la actualidad se conoce la existencia de una edición en italiano del códice original de la Biblioteca Ambrosiana de Milán, dirigida al gran maestre de Rodas y editada por Carlo Amoretti en 1800, sin lugar a dudas la más completa y fiable de todas y que fue traducida al español en 1899 por Manuel Walls y Merino. Existen además dos relaciones en francés que se conservan en la Biblioteca Nacional de París, y otra en el mismo idioma en la Universidad de Yale, también dirigida al gran maestre de Rodas, de la que los españoles tuvimos noticia a través de la traducción, en 1888, del historiador chileno José Toribio Medina. En la Biblioteca Ambrosiana de Milán, fundada en 1607, dentro de la mal llamada Contrarreforma, con el vano objetivo de armarse de argumentos y razones para luchar contra la propaganda anticatólica, también encontraría refugio la Breve et ristretta narratione, donde se menciona por primera vez el puerto de Santa Cruz de Tenerife en la circunnavegación, a la que el propio Carlo Amoretti hace referencia en la introducción a su importante obra. La autoría de este relato se atribuye a un compañero portugués de Duarte Barbosa, cuñado de Magallanes, que daría la vuelta al mundo en la nao Victoria. 20 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 147


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