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DAVID RUBIO MÁRQUEZ por los dos mares más importantes de Europa), y con ella el marino, mimado por el Estado, se encuentra más cerca del pueblo que acaso en la misma Inglaterra».4 La Armada que dirigirá Cornejo estaba en proceso de transición. Se habían incorporado los barcos aprobados en la Ley Ferrándiz de 1909. No sucedía lo mismo con la Ley Miranda de 1915. Tanto los retrasos en las obras programadas como el aumento de los precios obligaron a José Gómez Acebo a la aprobación de la Ley de 11 de enero de 1922. Según el Estado General de la Armada, la Marina española de guerra, el 1 de enero de 1926, estaba compuesta por 2 acorazados, 3 cruceros protegidos de 1.ª clase, 4 cruceros exploradores, 2 cruceros protegidos de 2.ª clase, 2 cruceros protegidos de 3.ª clase, 11 contratorpederos, 16 submarinos, 22 torpederos, 11 cañoneros de 1.ª clase, doce de 2.ª y uno de 3.ª, 3 guardapescas, 2 lanchas cañoneras, un aviso, 2 buques escuela, 1 estación transportable de Aeronáutica Naval, 1 buque de salvamento de submarinos, 3 transportes y 3 pontones. Sobre este listado conviene hacer algunas precisiones: 1, la conservación de una nomenclatura bastante arcaica e impropia para los cruceros. El Carlos V y el Río de la Plata, a pesar de figurar en el listado, no eran otra cosa que pontones amarrados en el puerto de Ferrol o al servicio de la Aeronáutica Naval en Barcelona; 2, solamente estaban operativos diez de los sumergibles, estando en construcción la serie C; 3, los dos acorazados (Alfonso XIII y Jaime I), procedentes del Plan Ferrándiz, eran obsoletos. Por último, tres contratorpederos estaban aún en construcción (Churruca, Alcalá Galiano y Sánchez Barcáiztegui) y uno a punto de convertirse en chatarra (Terror). En resumen, la Flota tenía escaso valor militar. Sobre la necesidad de dotar a España de un auténtico poder naval, existían los partidarios de los grandes dreadnoughts y los que propugnaban una escuadra compuesta solamente de submarinos, torpederos y demás unidades sutiles. Los primeros vieron cómo sus sueños se truncaban por los acuerdos tomados en la conferencia de desarme naval de Washington, reunida entre el 11 de noviembre de 1921 y el 6 de febrero de 1922, que marcó el desarrollo de las Armadas de todo el mundo durante más de un decenio. Restaba ejecutar la Marina de Guerra soñada por los segundos. En cuanto a la utilización estratégica de la Armada, acorde con la primacía otorgada por Alfonso XIII a la política mediterránea, consistía en ejercer el papel de potencia equilibradora en el Mediterráneo occidental ante la rivalidad franco-italiana, algo de lo que eran bien conscientes los franceses («… la reconstrucción naval de España, es un factor político que nadie debe ignorar en Francia»)5. (4) «El presupuesto extraordinario y la defensa naval», Gran Vía, núm. 278, agosto de 1926, pp. 287-288. (5) ROBERT, Juan B.: «Juicios franceses sobre nuestra reconstrucción naval», El Correo Gallego, 17 de noviembre de 1926. 72 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 147


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