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HONORIO CORNEJO Y LA ARMADA ESPAÑOLA (1925-1928) la construcción de la mayor parte de sus accesorios». Los nuevos barcos a los que hace referencia el párrafo anterior son los autorizados por el decreto-ley de 31 de marzo de 192634. En cuanto a los submarinos de la clase C, sus quillas fueron puestas entre 1923 y 1925 y entrarán en servicio a partir de 1928. Cornejo había fijado en cuarenta y ocho el número mínimo de submarinos a que debía aspirar España. Ni se cumplió su petición ni se construyeron los previstos en el plan naval de 9 de julio de 192635. Las explicaciones dadas para la no realización de lo programado son dispares. Agustín Ramón Rodríguez González expone la oposición británica al desarrollo de este tipo de buque y su escasa idoneidad. Ramírez Gabarrús sostiene que fueron tanto las presiones internacionales, especialmente de Francia y el Reino Unido, para evitar que España contase con una importante flotilla de sumergibles, como la escasez de recursos económicos lo que convirtió en nonata a la serie C. Igual suerte corrieron todos los otros buques proyectados, salvo los destructores. Cornejo promulgó durante su labor ministerial algunas medidas importantes. En diciembre de 1926, teniendo en cuenta las recomendaciones del ministro de Hacienda sobre la necesidad de limitar los gastos militares, se procedió a la reducción de las plantillas en todos los cuerpos de la Armada salvo el de buzos, atendiendo a la gran demanda que existía de los mismos. Las causas alegadas para la mengua eran el fin de la campaña de Marruecos y la disminución de los destinos a flote por razón de los desguaces de las unidades efectuados o de inmediata realización36. No obstante, las medidas más importantes se tomaron en octubre de 1927. Así, el real decreto de 20 de octubre reorganizaba las Fuerzas Navales del Norte de África. En su preámbulo se reconocía que «las condiciones que afortunadamente disfrutan en aquella Zona permiten reducir notablemente dichas Fuerzas y servicios». Las unidades asignadas fueron el crucero Extremadura, un cañonero de tipo Lauria, seis guardacostas del tipo Uad, cuatro barcazas del tipo K, un remolcador tipo Gaditano y un aljibe. Estas fuerzas navales dependerían del interventor principal de Marina, a las órdenes inmediatas y directas del capitán general del departamento de Cádiz37. Bordejé apunta que estas fuerzas eran suficientes para realizar las misiones que se les encomendasen en el norte de África. Asimismo, se procedía a una nueva reorganización de las unidades navales, con el objetivo de «mantener a su personal y material en el más perfecto estado de eficacia». La flota quedaría integrada, según recogía el artículo primero, por (34) Sociedad Española de Construcción Naval. Obras 1926, Sucesores de Rivadeneyra, p. 40. (35) La Correspondencia Militar, 19 de enero de 1927, p. 4. (36) CLA, t. CIII, Imprenta del Ministerio de Marina, Madrid, 1926, pp. 657-666. (37) CLA, t. CIV, Imprenta del Ministerio de Marina, Madrid, 1927, pp. 676-678. Año 2019 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 81


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