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DAVID RUBIO MÁRQUEZ no realizar un tercer crucero. El origen de tal decisión arrancaba de la memoria elevada, el 24 de marzo de 1928, por Salvador Carvia Caravaca, primer director de la Escuela de Guerra Naval. Proponía elevar a treinta y seis el número de destructores, «proyectando 4 cabezas de flotilla de más de 2.500 toneladas y 23 destructores del tipo Amazon modificado»; intensificar la construcción de submarinos hasta contar con treinta, y «terminar los cruceros Cervera y Cervantes y no poner la quilla de ninguno más». Para evitar el desempleo en Ferrol propuso que en dicho astillero también se construyeran buques ligeros de superficie29. La Junta Superior de la Armada, en reuniones celebradas en abril de 1928, incidía en la activación de la construcción tanto de destructores como de submarinos. Proponía la construcción de dos cruceros, «ya que los créditos otorgados para este fin no consienten elevar el número a tres», mejorando la defensa antiaérea de los mismos, cosa que aceptará la compañía constructora. Ante la acusación de ser el presupuesto sumamente elevado, la SECN esgrime tanto el alza de los salarios como la aprobación de la jornada laboral de ocho horas como causas de la supuesta carestía. En un voto particular, Gonzalo de la Puerta se opone al modelo británico de crucero y aboga por el japonés Aoba30. Por su parte, Alfonso XIII se mostró partidario de construir «algo análogo al proyecto de acorazado alemán»31. En defensa de la construcción de todos los cruceros se manifestó Juan Antonio Suances, director del astillero de Ferrol, alegando que su paralización sería «un golpe fatal para el desenvolvimiento de nuestro ritmo industrial»32. Los sumergibles planificados sufrieron importantes modificaciones. Su número fue reducido de doce a seis. Aun así, no se construyeron. El plan naval de Augusto Miranda y Godoy, de 17 de febrero de 1915, había previsto la adquisición de 28 submarinos. Cuatro fueron adquiridos en el extranjero. En Cartagena serían construidos seis de tipo B y otros seis de tipo C. En 1926 aún se trabajaba en la segunda serie. Mientras que en Ferrol la actividad en el astillero era escasa, en Cartagena las dársenas estaban ocupadas por los destructores y sumergibles, muy atrasados, dificultando la ejecución de otros nuevos33. La SECN reconocía los problemas: «Sumergibles “C-5” y “C-6”. Estos buques fueron cambiados de grada para dejar su sitio a los nuevos destroyers cabezas de flotilla que han de construirse en ella. Se procede rápidamente a la construcción de sus cascos, teniendo muy adelantada en talleres (29) Archivo del Palacio Real, sec. Reinados, fondo Alfonso XIII, caja 12.813, exp. 1. (30) Ibídem, caja 12.812, exp. 27. (31) JUAN-GARCÍA AGUADO, J. M.ª de: La fábrica de acorazados, Editores del Henares, Guadalajara, 2015, anexo II, p. 210, Nota relativa a una entrevista importante con S.M., 8 de mayo de 1928. (32) Ibídem. (33) ROBERT, Juan B.: «Crónica Marítima. El Decreto-Ley de 31 de marzo», El Correo Gallego, 20 de abril de 1926. 80 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 147


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