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102 GUILLERMO CALLEJA LEAL párrocos y de la Guardia Civil (fundada el 13-05-1844) en la Capitanía General eran enormes por dos hechos: sus informes a los capitanes generales les proporcionaban casi toda la información que luego enviaban al gobierno de Madrid; y todo filipino que quisiera ocupar cualquier puesto en la administración debía contar con la aprobación por escrito del cura párroco de su pueblo y el de la autoridad del cuartel de la Guardia Civil. Por otra parte, los propios filipinos que ocupaban cargos municipales en provincias y municipios apartados y por tanto lejanos de sus superiores, cometían a su vez en su gestión toda clase de arbitrariedades al no haber un control o vigilancia sobre ellos. En cuanto a los misioneros, éstos fueron en realidad los grandes conocedores de todos los pueblos filipinos, asumieron muy numerosas competencias y se convirtieron en los indispensables consejeros de los capitanes generales y de los altos cargos de la administración española. En consecuencia, por una parte las órdenes religiosas lograron que las autoridades españolas temieran que pudieran levantar al pueblo contra el dominio español; y por otra, también que el propio pueblo filipino las temiera por si predisponían al capitán general en su contra. No obstante, el enorme poder de estas órdenes no impidió a su vez que tuvieran continuos problemas y enfrentamientos con las autoridades civiles y militares. Los frailes se encargaban de la educación del pueblo filipino y tanto los funcionarios como los escritores filipinos de la época los culparon del atraso cultural existente y de no enseñar el idioma español para ser los únicos que conocían las lenguas indígenas y poder controlar cualquier clase de actividad. Ante tales acusaciones, los frailes se defendían asegurando que los indígenas no aprendían el español debido a su falta de inteligencia. Un régimen tributario duro y de servicios personales La población indígena estaba sometida a un duro régimen administrativo de cargas fiscales, como el de las cédulas personales y el de prestaciones de servicios personales obligatorios, lo que contribuyó también a su continuo descontento. Aunque conviene precisar que tal situación fue distinta según la época y la procedencia de origen de la población, dado que los filipinos estaban sometidos a este régimen desde los 18 años, los chinos a los catorce; y los malayos-filipinos a veces quedaban incluso al margen por su belicosidad. También solía exigirse al campesino el pago de sus impuestos mediante productos agrícolas y no en efectivo, lo que creaba serios problemas al solerse tasar el arroz por un valor muy inferior al del mercado. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2019, pp. 102-206. ISSN: 0482-5748


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