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INTERVENCIÓN MILITAR DE LOS ESTADOS UNIDOS EN FILIPINAS... 217 Hubo otra posibilidad de refuerzo, considerada incluso antes de la guerra, con motivo de la insurrección tagala y de los temores españoles ante Japón, la de enviar a Cavite uno de los cruceros protegidos Alfonso XIII o Lepanto, que se estaban por entonces terminando, y de hecho, el primero apareció en el proyecto presupuestario de Fuerzas Navales para Filipinas en aquellos años. Enviar uno de ellos hubiera significado casi equilibrar la relación de fuerzas, enviar los dos hubiera supuesto seguramente que el ataque norteamericano se anulara o se replanteara bajo supuestos muy distintos, con retrasos que pudieran haber sido decisivos. Pero los dos malhadados cruceros no pudieron abandonar las aguas peninsulares por sus muchos defectos de construcción. Aunque la escuadra de Montojo fuera inferior y más por su mal estado, las posibilidades de resistencia no desaparecían, pues combatiendo a la defensiva, fondeada y con el apoyo de baterías de costa y minas, podría rechazar a sus enemigos. Las minas no sobraban en Manila, por lo que se pidieron a España, pero pese a las promesas de Bermejo, lo cierto es que los cañones nunca fueron enviados, y en cuanto a las minas, se embarcaron 70 en el vapor de la Trasatlántica P. de Satrústegui, pero con tanto retraso, que cuando el buque se hallaba aún en el Mediterráneo se tuvieron noticias del desastre de Cavite, y se le ordenó la vuelta. Así que hubo que renunciar incluso a esa limitada ayuda. Y aparte de las consecuencias materiales, las morales de no recibir ayuda alguna de España fueron importantes. Reducidos a sus propios medios, los mandos militares del archipiélago se reunieron el 15 de marzo en el palacio de Malacañang, presididos por el Capitán General Primo de Rivera, para establecer los planes defensivos. La cooperación entre Ejército y Armada era no sólo deseable sino inevitable, pues y como ocurre en todos los países, si los buques y minas eran operados por los marinos, la baterías de costa lo eran por los militares. Desgraciadamente, y de forma decisiva, las visiones de unos y otros eran bien distintas: mientras para los militares lo prioritario era defender Manila, centro político, económico y militar de Filipinas, Montojo sostuvo desde un primer momento que la escuadra sólo podía situarse eficazmente para la defensa en Subic, en el lugar del proyectado arsenal, lejos de la capital aunque cercano a la entrada de la extensa bahía donde ésta se encuentra. La entrada a la rada de Olongapó era estrecha, y estaba cerrada además por un islote, dejando sólo dos pequeños canales de entrada. Uno se cerró echando a pique en él al viejo transporte de la Armada San Quintín, ya dado de baja, el otro se cerraría con minas. En el islote se podría instalar una Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2019, pp. 217-252. ISSN: 0482-5748


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