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244 AGUSTÍN RAMÓN RODRÍGUEZ GONZÁLEZ un ataque “corsario” contra las costas y el tráfico marítimo estadounidense en el Atlántico. Pero vetada la campaña corsaria por la actitud británica, ante los problemas que causaría en el tráfico marítimo mundial y ante la desesperada situación de las Filipinas, el Gobierno español decidió a primeros de junio enviarla al Pacífico. La componían los dos mayores buques de guerra españoles, recién regresados de Francia donde estaban en obras: de modernización el acorazado Pelayo y terminándolas el gran crucero Carlos V, aparte de dos cruceros auxiliares de la Armada, el Patriota y Rápido, el de la Trasatlántica Buenos Aires y varios transportes y carboneros de la misma compañía. Dos de ellos llevarían la fuerza de desembarco, y otros cinco servirían como carboneros. Además se le añadieron los tres destructores entregados con retraso por la industria británica, sólo a efectos propagandísticos y hasta Suez, pues los pequeños buques no podían efectuar la larga travesía. Otros cuatro buques, aunque saldrían con la escuadra, para dar mayor sensación de potencia, no la acompañarían: dos se quedarían en aguas españolas como patrulleros, el “Giralda” y el “Joaquín del Piélago”, y los otros dos irían, extrañamente sin ningún armamento, al Caribe con provisiones y municiones, se trataba del “Antonio López” y del “Alfonso XII”. Así que de todos los buques congregados y que zarparon el 16 de Junio de Cádiz, sólo los dos de guerra, tres cruceros auxiliares, dos transportes de tropas y algún carbonero llegarían según los planes al archipiélago filipino. En cuanto a la potencia combativa de la escuadra, tema sobre el que tanto se ha debatido, podemos decir que, si bien lejos de lo deseable, era muy considerable: sólo ente el Pelayo y el Carlos V sumaban las 19.000 toneladas de los seis buques de Dewey, y su velocidad de 16 nudos era superior a la de dos buques americanos, que o quedarían retrasados siendo fácilmente cazados, o retrasarían a toda la escuadra. Los blindajes de los españoles, especialmente en el acorazado, les defendían de casi todos los cañones enemigos, excepto los de mayor calibre. Su armamento, con cañones pesados era muy superior: 2x 320 mm y 4x280, una de cuyas granadas bastaría para averiar seriamente a cualquier buque de Dewey, otros 25 de 16 a 10 cm, 37 piezas ligeras y 12 tubos lanzatorpedos. Los tres cruceros auxiliares, aunque poco aptos para combates regulares, sumaban la nada desdeñable artillería de 16 piezas de 15 a 12 cm, 6 de 9 cm y 20 ligeras. No faltaban los problemas, dada la precipitada puesta a punto de los dos buques de guerra, por ejemplo, a las dos torres de 28 cm. del Carlos V no se le había podido instalar en Francia la tracción eléctrica, por lo que se debían mover manualmente, pero lo peor eran las dotaciones poco adiestradas. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2019, pp. 244-252. ISSN: 0482-5748


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