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262 LÓPEZ DE LA ASUNCIÓN y LEIVA RAMÍREZ en su mayoría experiencia de combate, unos mandos capacitados, tenían además un médico, buen armamento y municiones, víveres y agua. Su principal carencia era la falta de información, esencialmente, conocer cuál era la verdadera suerte de la guerra. La poca que les llegará, vendrá del propio enemigo y no podrán corroborarla. Es cierto que avanzado el sitio llegaron españoles con noticias oficiales, pero para entonces, habían pasado siete largos meses y demasiadas cosas. Así es que aquellos 54 hombres, encerrados en la iglesia de Baler hicieron de la necesidad virtud porque su desinformación les mantuvo siempre en la esperanza de que serían socorridos. Las fuerzas sitiadoras eran muy superiores en número de efectivos y aunque no disponían de mucho armamento podían hacer rotaciones continuas y hostilizar a voluntad. Otra ventaja es que podían reabastecerse sin dificultad y traer refuerzos. Por otra parte, contaban entre sus filas con veteranos de otras provincias y desertores españoles. Quizás, teniendo a su favor el curso de los acontecimientos, se confiaron, y eso concedió algunas oportunidades a los españoles. La guerra con los americanos incidió de alguna manera, pues las necesidades de otros frentes obligaron a un trasvase de efectivos y cambios en los jefes que mandaban las tropas, si bien la mayoría de estos fueron relevados por no conseguir la rendición de los españoles9. Los dos primeros meses para los filipinos fueron de tanteo y para los españoles de toma de posiciones y de desgaste. El capitán De las Morenas marcó desde el primer día la estrategia a seguir, resistir a toda costa hasta que llegasen fuerzas españolas a socorrerlos, convencido de que eso tarde o temprano sucedería fuera cual fuese el desenlace de la guerra, pues incluso en el caso de que la perdiese España, pensaba, llegarían tropas para su repliegue. Los filipinos por su parte emplearon todo tipo de tácticas, partiendo con la ventaja que les daba conocer el desarrollo de la guerra, mandaron cartas y emisarios para convencer a los sitiados de que Manila se había rendido al igual que todos los destacamentos españoles y que, en definitiva, su lucha resultaba inútil, pensando de manera naif que se rendirían sin más. El fuego de fusilería empezó el 3 de julio y ya no cesó hasta la capitulación, alternándose con el de cañón a partir del 31 de julio cuando el coronel Calixto Villacorta utilizó unas piezas traídas desde Casiguran con las que atacó la iglesia por los cuatro costados causando algún destrozo, principalmente en la techumbre. El campanario desde donde les hacían mucho 9 Desde el inicio hasta el 17 de julio estuvo al mando el coronel Cirilo Gómez Ortiz, que fue sustituido por su falta de eficacia por el coronel Calixto Villacorta, un veterano con fama de hombre duro que también fracasó, siendo relvado en enero (entre agosto y septiembre le sustituyó el capitán Antonio Santos). Teodorico Novicio estuvo al mando hasta el 12 de abril y finalmente, desde esta fecha a la capitulación, el teniente coronel Simón Ocampo Tecson. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2019, pp. 262-300. ISSN: 0482-5748


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