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LA GESTA DE LA DEFENSA DE LA POSICIÓN DE BALER... 263 daño y la techumbre, quizás la zona más vulnerable, se convirtieron desde el primer día en el objetivo prioritario de los filipinos. El techo lo atacaron con piedras, balas y a cañonazos e incluso intentaron quemar los soportes de madera que lo sustentaban. Estaba lleno de agujeros, de manera que cuando llovía, el agua entraba al interior sin apenas dificultad. Los españoles por su parte no respondían al fuego filipino. El teniente Alonso en las primeras refriegas, para economizar munición y en vista de que el enemigo permanecía estático, dio la orden de disparar solo cuando el blanco estuviera seguro. Esto descolocaba a los sitiadores obligándoles a disparar sin referencias. Lo más reseñable hasta septiembre fueron la primera baja del destacamento -el 31 de julio falleció el soldado Julián Galvete Iturmendi, consecuencia de la herida grave que sufrió el 18 cuando estando de puesto en la torre un proyectil rebotó en el cañón de su arma y quedó alojado en su pecho-, la deserción de Jaime Caldentey10 y la llegada de los párrocos de Casiguran, padres Juan López Guillén y Félix Minaya Rojo. Fueron hechos prisioneros en su parroquia de Casiguran en julio, y después de un mes de cautividad, enviados a Baler como parlamentarios con el propósito de convencer a sus compatriotas a la rendición. Entraron en la iglesia el 20 de agosto y relataron lo que les habían ordenado decir los sitiadores y que tantas veces habían escuchado ya los españoles sobre la rendición de Manila y de los destacamentos, el gran ejército de Emilio Aguinaldo, etc. Después de escucharlos y ansioso por recibir las primeras noticias fiables desde el comienzo de su encierro, el capitán quiso saber su opinión sobre esos argumentos, contestando los religiosos que, en realidad, ni ellos ni ninguno de sus captores habían presenciado nada de todo eso, contaban lo que otros les contaban y nada más. El hecho de que dos españoles no corroborasen las informaciones que recibían de sus sitiadores, sirvió para reforzar aún más su pertinacia y su desconfianza. De las Morenas les dijo a los frailes que se quedaban en la iglesia. Inicialmente se mostraron contrarios a la idea, pero acabaron aceptando. Desde este momento sufrirían con el resto las penalidades y rigores del asedio. En el mes de septiembre, a la defensa contra los filipinos, se sumó otro combate mucho más trágico y terrible, un enemigo que llegaba escondido con forma de enfermedad, el beriberi. Los sitiados achacaron a las deplorables condiciones higiénicas que padecían la llegada de la epidemia, pensando, como se creía entonces, 10 Desertó el 3 de agosto y falleció ese día alcanzado por una bala disparada desde la iglesia cuando intentaba poner en posición el cañón. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2019, pp. 263-300. ISSN: 0482-5748


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