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34 LUIS MOLLÁ AYUSO De vuelta en los barcos vieron a los indios arrastrar por la arena y hacer burla del cadáver de Magallanes, ofreciéndose Espinosa a negociar por él, pero los salvajes no aceptaron y las naos tuvieron que volver a Limassawa derrotadas y sin su comandante. A su regreso, el cacique Humabon no pudo evitar un rictus de preocupación al conocer la muerte de Magallanes y ocho de sus hombres. Había enviado al navegante portugués a eliminar a un enemigo y ahora veía no sólo que los hombres llegados del oriente no eran invencibles, sino que seguramente Lapulapu se volvería contra él para terminar de ejecutar su victoria. Actuando con rapidez y en connivencia con Enrique de Malaca, se entrevistó con Duarte Barbosa, explicándole que según las costumbres de la isla debían celebrar una fiesta esa misma noche a modo de despedida de Magallanes, pues sin semejante ceremonial su alma quedaría vagando entre las islas. Confiado, Barbosa bajó a tierra con 24 hombres asistiendo todos al banquete, pero cuando la mente comenzaba a flaquearles por los efectos del licor de palma, unos indios surgidos de la espesura les dieron muerte en medio de una terrible orgía de sangre. Con la visión de la muerte de los últimos expedicionarios en las playas de Limassawa, las naos se hicieron a la mar con toda urgencia. Allí quedaron las vidas de 24 compañeros y también Enrique de Malaca, el cual, considerándose esclavo personal de Magallanes y por tanto libre a la muerte de este, no vio con buenos ojos que Duarte Barbosa lo reclamara para su servicio personal y desertó, confabulando con Humabón la muerte de los expedicionarios que bajaron a tierra a honrar la memoria de Magallanes. La sangría de vidas humanas segadas en las playas de Mactán y Limassawa obligó a Carvalho, elegido por votación como nuevo comandante de la expedición, a renunciar a una de las naos por falta de manos para gobernarla, y, considerando que la Concepción era la que estaba en peor estado de todas, la dejaron arder como una pira hasta que desapareció bajo el manto de la superficie del mar. Aunque no la longitud, la latitud de las islas de las Especias sí era conocida, por lo que el rumbo para dirigirse a ellas desde Cebú tenía necesariamente que ser de componente sur, sin embargo y por razones que se resisten a los historiadores las dos naos pusieron rumbo al este, donde se encontraba la gran isla de Ceilán. Los navegantes portugueses que la habían visitado contaban que se trataba de una civilización muy avanzada y rica, y a esas alturas la única explicación plausible a aquel apartamiento de la ruta podría ser el deseo de desertar por parte de alguno de los oficiales de la menguada expedición, pues por los portugueses era sabido que el rajah de Ceilán admitía en su corte a los europeos que quisieran trabajar para él, lo que explicaría la desaparición durante unos días de varios miembros conspi Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2019, pp. 34-46. ISSN: 0482-5748


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