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80 LUIS E. TOGORES SÁNCHEZ «Enseñoreada la rebelión, a mí llegada, de una parte considerable y la más fragosa de la provincia de Cavite, y existiendo sólo, después de las operaciones por mi dirigidas, partidas refugiadas en los montes de otras provincias ya perturbadas, sin ocupar pueblo alguno, y que suman a lo más 1.500 hombres armados, creía y creo que la insurrección que encontré aun potente estaba dominada, como entiendo hoy que puede concluirse con el concurso de voluntarios de las provincias leales, que a ello se me ofrecen, con nueva acción enérgica del Ejército (...) Pero siendo del dominio público que V. E. en 9 de agosto dijo según Imparcial y otros que si mi voluntad era buena el estado del país era peor que a mi llegada, lo cual probaba no había acertado en mi gestión, sin amor propio y atento sólo al bien de mi Patria, ruego a V. E. incline ánimo S. M. nombre sustituto que con más fortuna llene este importante delicado mando que no es posible desempeñar y más en estos momentos sin la absoluta confianza del Gobierno». El 7 de octubre, por la misma vía, el Capitán General del archipiélago proponía dos caminos para terminar con la revuelta tagala, en la línea de sus últimas cartas al fallecido Cánovas: En primer lugar lograr la victoria por las armas con el apoyo de los numerosos voluntarios filipinos de las provincias leales, dispuestos a luchar contra los tagalos. Esta vía que, como señalaba el propio Primo de Rivera, resultaba factible, aunque muy costosa en sangre, dinero y tiempo, aunque mucho más barata y políticamente más llevadera que la de emplear tropas peninsulares. Manifestando su certeza de que manu militari se terminaría con la guerra aunque, eso sí, persistirían con toda seguridad brotes de independentismo de muy difícil extinción, suponiendo éstos una amenaza potencial de casi imposible cuantificación de cara al futuro, aunque también era cierto que este tipo de insurgencia era algo normal y constante en el archipiélago. Primo de Rivera había comenzado con gran éxito la recluta de voluntarios de las provincias no tagalas de las Filipinas: “(...) cuando vieron llover sobre la Capital millares de voluntarios, dispuestos a auxiliar a nuestras tropas, y comprendieron que las bajas se cubrirían inmediatamente, sin grandes gastos ni pérdidas de tiempo, y que no contaban con el apoyo del país, se convencieron de que, más o menos pronto, su derrota total, era segura”.65 La segunda vía consistía en comprar por un millón setecientos mil pesos a los jefes y las partidas rebeldes con sus armas, pasando los desertores tagalos del ejército español a cuerpos disciplinarios, gestión, ésta, realizada gracias al mediador tagalo Paterno. El pago sería en los siguientes plazos: el 65 Ibidem, p. 26. Del Gobernador General de Filipinas al Ministro de Ultramar, Manila 22 de diciembre de 1897, reservado. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2019, pp. 80-86. ISSN: 0482-5748


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