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LA DEFENSA DE LA SOBERANÍA ESPAÑOLA EN FILIPINAS... 83 El problema principal para cerrar el trato era que la autoridad de Aguinaldo no era reconocida por varios jefes de partida, lo que llevó a Primo de Rivera a dar de plazo para entregar las armas hasta el 12 de diciembre, al tiempo que se continuaban las operaciones con la toma de Puray y se atacaba Minuyan, Maquiling e Irurulong. El 4 de diciembre llegaba un nuevo telegrama desde Madrid en el que se alentaba a la pacificación: “Retardo produce gran decepción, y últimos combates indican creer que pacificación está lejana. Dado estado financiero y complicaciones posibles, pacificar es lo que es importantísimo”71. Lograr la paz por la vía militar se había complicado al desperdigarse los insurrectos por varias sierras extraordinariamente accidentadas, por lo que Primo de Rivera decidió dejar para el final de las operaciones el asalto a las posiciones donde se encontraban atrincherados los principales cabecillas72. Para acelerar la llegada a un acuerdo amedrentando la moral de los que aún resistían en Biac-na-bató, Primo de Rivera aceleró más las operaciones creando una fuerte línea militar entorno al campo atrincherado tagalo, al tiempo que perseguía y acosaba, incluso, a las familias de los rebeldes73. El avance de las tropas españolas era ya imparable. Se habían tomado Ilorong, Puray, Minuyan y Aráyat entre el clamor de las provincias no tagalas, gracias al decidido apoyo de sus voluntarios. Ocupar Biac-na-bató era seguro, pero dado lo accidentado de la zona, Primo de Rivera no tenía confianza en poder apresar a los jefes de la revuelta, aunque estaba convencido de que éstos sólo se convertirían en algunas partidas sueltas de escaso poder una vez rendidos sus refugios. El 14 de ese mismo mes se comunicaba a Madrid la firma de los acuerdos que ponían fin a la revuelta74; 71 Ibidem, Telegrama 4 diciembre de 1897, p. 135. 72 Para dar “(…) tiempo a éstos para facilitar entrega y más visto el resultado de estos combates y el gran efecto del ardor de los seis mil voluntarios ya en lucha y juego a la vez con las dos armas sin olvidar deseos del Gobierno e interés del país. Confío aunque no se entreguen lograr en un mes pacificación bastante para dar por terminada la guerra aunque queden pequeñas partidas muy general siempre en este país y que sólo el tiempo y la guardia civil pueden extinguir”. Del Gobernador General de Filipinas al Ministro de Ultramar, Manila 4 de diciembre de 1897, cifrado. 73 “Quizás, allá, en la Península, se juzgue cruel y contrario a la sana doctrina jurídica eso de exigir responsabilidades a las familias de los alzados por la conducta de un individuo. Pero teniendo en cuenta que eran el espionaje constante entre nuestros Ejércitos y quienes recaudaban los recursos de boca y guerra para el enemigo, exageré la pena porque se hacía preciso preparar la opinión y siempre habría tiempo para atenuar sus efectos como lo hice cuando fue oportuno”. Del Gobernador General de Filipinas al Ministro de Ultramar, Manila 22 de diciembre de 1897, reservado. 74 Archivo Histórico Militar. Del Gobernador General al Presidente del Consejo de Ministros, Manila 18 de diciembre de 1897, cifrado. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2019, pp. 83-86. ISSN: 0482-5748


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