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tías entre los Estados europeos. De este modo, con la consiguiente falta de género procedente de América y del Lejano Oriente, y conforme a las más simples y comprensibles teorías macroeconómicas de la oferta y la demanda, se provocó una subida desaforada de los precios y del valor de las mercaderías que llevaban en sus bodegas. Probablemente era un tesoro de millones de reales, pero no solo en metal contante y sonante, amontonado con delicadeza en baúles de gruesas paredes y pesados candados, de esos que tanto animan los relatos. Con el estallido de la Guerra de Sucesión, uno de los principales lugares donde se hicieron notar las hostilidades, como venía siendo habitual, fue Cádiz, pero su asedio resultó ser un sonoro fracaso. Ante el estancamiento de la situación, el comandante del combinado anglo-holandés, sir George Rooke, duque de Ormond, recibió la orden (fechada en julio) de mostrar el espejo de popa al enemigo y dar cuenta de sus desventuras en casa (6). Rooke regresaba con los hombros hundidos y el ceño fruncido, y tenía sobradas razones para ello, pues ni su esfuerzo bélico ni diplomático habían hecho mella en el teniente general Escipión Brancacho, el gobernador de la plaza, a quien había tratado de convencer para que se cambiara de bando, apelando a su mutua amistad e indiscutible malquerencia hacia Francia. Pero Brancacho contestó lo que se esperaba de él y del juramento de lealtad que le obligaba. Incluso cayó en saco roto el ofrecimiento, en nombre de la reina Ana, de dar amparo a cuanto sedicioso se levantara y volviera armas contra el francés, pues, según las crónicas, en Cádiz, Sanlúcar y la misma Sevilla la población, a pie y a caballo, militaba a favor de Felipe V. Es durante esa travesía derrotista hacia el norte cuan- TEMAS GENERALES Retrato del almirante sir George Rooke. (Fuente: Wikipedia). (6) Al mando de la flota holandesa estaba el almirante Philips van Almonde. 220 Marzo


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