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Boina Negra 284

HIISTORIIA PARACAIIDIISTA EELL ÚLLTTIIMO LLANZZAMIIEENTTO El Bg. López, Juan Carlos y el Equipo Automóviles del GLPAC VI, responsables del traslado del avión El año pasado parece ser que nuestros compañeros del Ejército del Aire nos iban a regalar una reliquia de las que antaño surcaban los cielos, aquella de la cual se lanzaron nuestros antecesores del primer curso, un Junker-52, pero, por avatares del destino, el hecho no se produjo y nos quedamos con los dientes afilados, por lo que, cuando llegaron las noticias de que había luz verde para traernos otro avión, nos pusimos manos a la obra sin dilaciones y sin perder un segundo; así que el 4 de mayo de este año 2015, el capitán Moreno se presentó en la Base Aérea de Cuatro Vientos con su jefe de sección y un equipo de mecánicos de su compañía de Mantenimiento, para evaluar cómo llevar a cabo los trabajos de desmontaje de la aeronave, un T-12 (Casa C-212 “Aviocar”), conocido por todos pues, desde los años 70, es el que normalmente se utiliza, en la Escuela Militar de Paracaidismo “Méndez Parada”, para realizar los lanzamientos de los cursos paracaidistas. Cuando llegamos, nos chocó un poco ver el estado del aparato, pues le faltaban piezas como el morro, alas, parte del timón de cola y, en general, estaba en mal estado de pintura; tenía algunos rajones en la cola y nidos de pájaros en las alas; pero es lo que había y el objetivo que nos marcaron estaba muy claro, en el encuentro de veteranos tendría que estar expuesto y en perfecto estado de revista, por lo que teníamos casi siete semanas para llevarlo 60 Sgto. 1.º Caraballo Fdez. de Marcos GLPAC a cabo. No es tarea fácil, ¡pero, qué demonios, somos Paracas! Así que, con la inestimable ayuda de Juan Carlos, un trabajador civil experto en este aparato, comenzamos a quitar pasadores, tornillos, remaches... ¡claro! Todo perfectamente organizado, porque no vale solo con desmontar, hay que volver a ensamblarlo todo y sin la ayuda de nuestro maestro. Empezamos por las hélices, después los motores, planos y timón de cola, así hasta llegar a nuestro primer gran hito, el plano medio del avión; cuando lo tuviéramos quitado, tendríamos casi terminado el desmontaje. Claro está que, aunque pertenezcamos al Cuerpo de Especialistas del Ejército de Tierra, somos «paracas» hasta la médula y, a este avión, le teniamos que conceder el honor de su último lanzamiento, por lo que antes de terminar su desunión, nos pusimos todo el personal dentro del aparato e hicimos un simulacro de lanzamiento (saltamos desde la puerta hasta el suelo como si de CIPAE se tratase, eso sí, el volteo salió de libro), tras el cual, el brigada López del Ejercito del Aire y Juan Carlos se miraron entre sí, sin dar demasiado crédito a lo que veian, pero, es lo que hay… currar, correr y saltar, asi es la vida del paracaidista. Ya solo quedaba trasladar el fuselaje y quitar a otros aparatos algunas piezas que le faltaban a nuestro avión. Todo esto nos llevó una semana, tiempo record según nos hicieron saber nuestros compañeros del Aire, aunque desmontar sin que


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