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RHM_extra3_2015_500 años Gran Capitán

EL GRAN CAPITÁN. GENIO REVOLUCIONARIO DE LA TÁCTICA ... 135 Casi a la vez, ordenó D. Gonzalo, que la caballería de Colonna atacase el ala derecha, donde los restos de la caballería francesa agonizaban en el desastre mientras trataban de salvar lo que se pudiera, eso sí tropezando con los esforzados suizos que seguían porfiando en su empuje a vanguardia y a los que destrozaron su flanco derecho. Ahora era el momento de los ágiles jinetes de Pedro Paz y Fabricio Colonna que atacan la retaguardia de los suizos, completando la maniobra después de envolver por la derecha. Fueron muchos los suizos que quedaron en esas tierras para siempre, en-tre ellos su jefe Chandieu que tanto había insistido en que se diera la batalla cuanto antes. Se produce entonces, sin haber entrado en combate pero reconociendo la victoria española, la retirada de la caballería ligera francesa a la que sigue una vigorosa explotación éxito y persecución de los hombres de armas españoles. 3.000 bajas, solo 300 españolas, 500 prisioneros, que serán objeto de un cuantioso rescate, numeroso y muy apreciado armamento, entre él las preciadas 26 piezas de artillería, más todo el campamento francés, son cifras que dan idea de lo importante de la victoria. D. Gonzalo está celebrando su victoria en Ceriñola con sus principales capitanes y como era costumbre en la época, con la presencia de los más destacados caballeros prisioneros, cuando aparece un paje vistiendo una ele-gante cota de malla bruñida de mucho valor que es reconocida como la del duque de Nemours. Suspendida la celebración, salieron todos juntos a buscar, siguiendo los datos del paje, los restos del virrey y es que, como se comentó al principio y aunque con los patrones modernos pueda ahora extrañar, todos ellos se consideraban compañeros de armas, con un estrecho y real compañerismo. El joven virrey, fue al fin encontrado tendido desnudo y efectivamente Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2015, pp. 115-142. ISSN: 0482-5748 sin vida. D. Gonzalo ordenó cubrirlo con un paño de fina tela e iluminarlo con teas encendidas. El entierro, con todos los honores, se celebró en San Fran-cisco de Barletta hasta donde se le condujo escoltado por una comitiva con los mejores hombres de armas españoles, con hachas de cera encendidas y cien lanzas de acompañamiento siendo recibido a las afueras de la ciudad por otra comitiva de frailes. El propio rey Luis XII de Francia enterado de la derrota de sus tropas y de la piadosa actitud de respeto hacia su virrey, no pudo por menos que verter comentarios elogiosos hacia el Gran Capitán que una vez más y como en él era tan habitual se comporta en la victoria de forma humilde y piadosa para con el vencido.


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