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RHM_extra3_2015_500 años Gran Capitán

138 JOSÉ MANUEL MOLLÁ AYUSO de los ríos, lo que le lleva indefectiblemente a la batalla campal que de nin-guna manera quiere. Toma, una vez más una sabia decisión y abandonando el cerco se sale del saco en que se encuentra y cruza los ríos que ahora serán la pantalla que le proteja y que cierra por el sur con la guarnición de 1.850 hombres, con abundantes arcabuceros, que pone en la Torre del Garellano al mando del capitán Pedro Paz, cheposo y deforme pero cuyo solo nombre causaba pavor entre los franceses. Por el norte, tras limpiar de franceses la orilla propia, aunque deja de momento aislada Rocca D´Evadro, ocupa Aquino y Rocase-cca, que será el otro anclaje de la pantalla y donde sitúa a Villalba con 1.200 hombres comunicándole que ha elegido ese castillo para que sea su victoria o su sepultura. Con el refuerzo de las unidades de Nápoles y con sus tropas desplegadas detrás de los ríos, sabe que aunque la batalla finalmente se dará y que está en una clara desventaja de tres a uno, factores como el terreno, las condiciones climatológicas, la sorpresa, el espíritu de lucha y sufrimiento y la voluntad de vencer de sus hombres, aún tienen mucho que decir. En las partes altas del río, hay un intento de paso pero Villalba tiene cla-ra la orden de su líder de resistir a toda costa, y no solo la cumple a rajatabla, sino que obliga a los franceses a repasar el Garellano por Pontecorvo. El montillano, tras la toma de Montecasino, se sitúa a la izquierda de la corrien-te del río y continúa con su clásica “guerra guerreada”, a base de guerrillas que quebranta al enemigo sin riesgos propios. Desde el norte ambos ejércitos marchan en paralelo al río, hasta que el 31 de octubre, ambos acampan, en un terreno absolutamente embarrado, junto a la corriente fluvial. Los temporales de viento y agua se suceden sin cesar y los españoles además sufren el incesante fuego de la muy superior artillería francesa que dispara desde la orilla francesa algo dominante. Du-rante todo el mes de noviembre y parte del de diciembre, los franceses tratan de sorprender con un rápido cruce del río que les lleve al ansiado combate en terreno abierto. Para impedir este paso, tiene vital importancia la decidida defensa llevada a cabo en la Torre del Garellano, por el bravo y diminuto capitán español, Pedro Paz, que tenía enfrente, nada menos, que al capitán francés Bayardo, el caballero sin miedo y sin tacha, que consiguió cruzar el puente, tras la traición de un pequeño grupo de españoles que se dejó comprar por los franceses. Cuando amanece, ya en el lado español del río, los franceses apenas pu-dieron ver las cabezas de los traidores españoles clavadas en la punta de las picas, porque ya se iniciaba el contraataque del terrible Pedro Paz, herido en su amor propio y ahora ya apoyado por otras tropas del Gran Capitán. Del Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2015, pp. 115-142. ISSN: 0482-5748


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