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92 CARLOS JOSÉ HERNANDO SÁNCHEZ rio se desarrolló una rivalidad política cuyas implicaciones institucionales se agudizarían con la inestabilidad del período de la conquista. Los cinco seggi o circunscripciones urbanas que canalizaban al patriciado urbano y su con-trol del gobierno municipal se verían complementados por la erección de un seggio del Popolo para agrupar a los emergentes grupos medios del conjunto de la capital, gracias a una concesión del invasor Carlos VIII en 1495 que abriría el camino a un creciente enfrentamiento utilizado por los sucesivos gobernantes para reforzar su poder174. Paralelamente, un imparable proceso de ampliación urbana había concitado en la dinámica pero desproporcionada caput regni los intereses y criterios de la Corona y de las oligarquías patricia y mercantil, determinando un ambicioso programa urbanístico de expansión y fortificación que, como sucedería en otras cortes italianas como la pequeña Ferrara, recogería los ideales humanísticos –en este caso fundados en el traza-do ortogonal de la ciudad greco romana, codificado por Vitrubio y replanteado por Alberti- para fundirlos con la adecuación defensiva al auge de la artillería. La labor constructiva de ampliación y fortificación, iniciada en la década de 1480 bajo la dirección del entonces duque de Calabria Alfonso de Aragón, se vería interrumpida por la invasión francesa para reemprenderse en los años siguientes de forma desigual y alcanzar su plena configuración tres décadas después, bajo el virreinato español175. La creciente escisión entre la vida política de la capital y el carácter pre-dominantemente feudal de las provincias podía presentar mayores similitudes con la estructura social castellana, donde convivían el dinamismo municipal con extensos dominios señoriales, que con la del resto de Italia. Lo mismo po-dría decirse del desarrollo de una administración monárquica que bajo la Casa de Aragón alcanzó un extremo nivel de eficacia y ceremonialidad cortesana, de amplias repercusiones simbólicas y clientelares176. Asimismo, Ferrante I de Aragón y su hijo Alfonso II –que dirigió audaces operaciones bélicas en su larga etapa como heredero del trono177- desarrollaron las estructuras militares de Alfonso el Magnanimo178 y erigieron una potente maquinaria defensiva, capaz de respaldar sus ambiciones hegemónicas en la Italia dividida de los 174 Vid. D’Agostino, Guido, La capitale ambigua. Napoli dal 1458 al 1580, Società Editrice Napoletana, Nápoles, 1979. 175 Vid. Hernando Sánchez, Carlos José, “Corte y ciudad en Nápoles durante el siglo XVI. La construcción de una capital virreinal”, en Cantú, Francesca (coord.), Las cortes virreinales de la Monarquías española: América e Italia, Ed. Viella, Roma, 2008, pp. 337-423. 176   Vid. Vitale, Giuliana, Ritualità monarchica cerimonie e pratiche devozionali nella Napoli aragonese, Laveglia Editore, Salerno, 2006. 177 Vid. Storti, Francesco, “Il príncipe condottiero. Le campagne militari di Alfonso duca di Calabria”, en Del Treppo, Mario (ed.), Condottieri e uomini d’arme…, pp. 327-346. 178 Vid. Storti, Francesco, “L’eredità militare di Alfonso I d’Aragona”, en Archivio Storico per le Provincie Napoletane, 118, 2000, pp. 13-61. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2015, pp. 45-114. ISSN: 0482-5748


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