Page 165

REVISTA DE HISTORIA NAVAL 133

Es comprensible que no siempre fuera así; de hecho, sabemos que de los cuatro ministriles de la flota de Nueva España de 1614, tan solo tres se embarcaron en el trayecto de regreso, porque Francisco Pascual optó por quedarse en La Habana. Puesto que no se alega ninguna razón de causa mayor, se puede colegir que lo hizo por propio interés, por lo que no se le abonaron los 25 ducados del viaje de regreso (73). De resultas de su decisión, el joven ministril logró arribar a las Indias a bordo de la nave capitana y, lejos de haber tenido que abonar pasaje, lo hizo con 25 flamantes ducados en el zurrón. Si su proyecto inicial fue emigrar a las Indias como habían hecho tantos otros desde Sevilla (74), su conducta se ajustó admirablemente al modelo social del pícaro. Además, el contrato de 1584, el más detallado, nos informa de que el acuerdo de remuneración contemplaba que el general debía procurar a los músicos alojamiento y manutención en cada uno de los puertos en los que la flota hiciera escala: Sanlúcar, La Habana, Cartagena de Indias y Nombre de Dios (75). En caso de fallecimiento se contemplaba en el mismo contrato: estaba previsto el abono del salario del finado, prorrateando el tiempo que hubiese trabajado (76), lo cual era una posibilidad harto probable; de hecho, el caso se dio en la flota de Tierra Firme de 1605, que hubo de regresar con un ministril menos fallecido en Portobelo. Aunque no se mencionan las causas de su muerte, sí se dice que el óbito sobrevino en un hospital, lo cual nos invita a pensar que fue por alguna dolencia o lesión (77). Entonces ya había cobrado su sueldo según las condiciones del contrato. El dinero y sus objetos personales fueron custodiados por el vicario de Portobelo, quien no permitió que sus compañeros ministriles se apoderaran de ellos. El heredero universal del difunto fue su padre, quien había actuado como fiador en el contrato, el cual no tardaría en reclamar los bienes que de su hijo habían quedado en América (78). Los puertos más insalubres eran los de la costa panameña en los meses de verano, donde sucumbían un sinfín de marineros españoles. Cuando la dieta reconstituyente y las atenciones del sangrador de a bordo en el alcázar no surtían efecto, los enfermos eran desembarcados e internados en un hospital de caridad o una casa particular (79). Y tampoco olvidemos que las enfermedades derivadas del clima caribeño no eran las únicas amenazas a que exponí- (73) Ib., of. 17, leg. 10915, libro 3.º de 1615, 22 de octubre de 1615, f. 199. (74) GEMBERO USTÁRROZ: «Migraciones de músicos…» (75) AHPS, PNS, of. 21, leg. 14312, libro 6.º de 1584, 8 de septiembre de 1584, ff. 1000r-1003v. (76) Ibídem. (77) En aquel tiempo, los hospitales no cumplían funciones estrictamente terapéuticas, sino que atendían a los menesterosos de cualquier índole. Sin embargo, no siempre estaban abiertos a los necesitados en general; muchos de ellos ejercían la caridad con colectivos restringidos. No obstante, en este caso sabemos que el joven disponía de dinero en el momento de su muerte, luego no fue recogido por pobreza. (78) AHPS, PNS, of. 22, leg. 15087, libro 1.º de 1607, 30 de enero de 1607, ff. 892r-894r. (79) PÉREZ-MALLAINA: Los hombres del océano, pp. 182-184. 26 SUPLEMENTO N.º 23 A LA REVISTA DE HISTORIA NAVAL. Núm. 133


REVISTA DE HISTORIA NAVAL 133
To see the actual publication please follow the link above