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REVISTA GENERAL DE MARINA DICIEMBRE 2016

RUMBO A LA VIDA MARINA cían ser las ideales para iniciarlo: por una parte, las riberas de las antedichas albuferas y cauces de agua dulce, y por otra, dentro de los límites intermareales, la línea de salpicaduras de las pleamares vivas. En ambos objetivos las fronteras entre lo seco y las aguas eran muy difusas y, debido a los extremismos climáticos y cataclismos geológicos, grandes extensiones de agua terminaron por quedarse en seco. Ante tal adversidad, muchos seres vivos pagaron la novatada de quedarse atrapados en este ambiente hostil, debiendo elegir entre dos drásticas opciones: o adaptarse o morir. La minoría de los que consiguieron adaptarse (tardaron millones de años en hacerlo) fueron los primeros seres marinos en cuyos DNI figuraba, con todo derecho, la tierra como lugar de residencia; las bacterias a la cabeza. Ellos se echaron a las espaldas la responsabilidad del preámbulo de la evolución en tierra. Pero eran diminutos y el microscopio guardó el secreto de sus azarosas y entregadas vidas. Su gran hazaña fue quedarse en retaguardia dispuestos a asegurar el desembarco de las siguientes oleadas, preparándoles el terreno y la logística que necesitaban. Y la mayoría, los que murieron en el intento, en cantidades increíbles, también tuvieron un importante papel que desempeñar, porque resulta que las bacterias y muchos otros microorganismos habían aprendido a enquistarse y a adquirir unas formas de resistencia que les permitían sobrevivir en la sequía y pudieron ocuparse de degradar los cadáveres de los que no tuvieron su misma suerte, incorporándolos como materia orgánica al suelo que, con ese metafórico «estercolado», fue adquiriendo la capacidad de recibir a los primeros vegetales que pugnaban por tomar lo seco como oleadas de refuerzo. Las bacterias, que fueron la escuadra de gastadores de las tropas del desembarco, transformaron el yermo en tierra laborable… (es un decir, pero queda bien). En las albuferas, deltas y pantanos de la franja litoral, las algas fueron evolucionando en el seno de las aguas a las plantas que hoy llamamos inferiores (hepáticas, equisetos, musgos, hongos, helechos…) y después a las formas más sencillas de vegetales con verdadero tallo y raíces. Los ejemplares que se encontraban situados en los márgenes de dichos cauces, en la periferia de la libertad, no resistieron la tentación de dar un paso adelante y extender las raíces fuera del agua, y tras varios millones de años ya tenemos en la tierra firme vegetales de todo tipo, incluidas las plantas con flores. Como zonas de transición entre la mar y lo seco nos pueden servir actualmente como testigos —salvando las distancias— los manglares, las turberas, cañaverales y junqueras. Es decir, que aquellos vegetales pioneros fueron construyendo la base de la pirámide alimenticia terrestre, la de los productores, y con ello lograron superar el primer escalón de resistencia. Como segundo escalón, el de consumidores, se sitúan los herbívoros microscópicos y otros animales fitófagos que fueron desembarcando y que se comían a los pacientes y sufridos vegetales primigenios; entre ellos, los mismos foraminíferos, incansables cazadores de bacterias. Establecida y asegurada esta intendencia, las siguientes oleadas de asalto, sin más aparente enemigo en el frente que los 2016 837


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