Page 213

REVISTA HISTORIA MILITAR 112

212 CARLOS RILOVA JERICÓ capturando a siete prisioneros. Todo ello sin contar los 42 heridos que esa fuerza napoleónica tan característica se ve obligada a retirar del campo de batalla. A los guipuzcoanos, en cambio, esa acción sólo les costará cinco heridos, sin que, además, esa representación de la Guardia Imperial enviada a Guipúzcoa consiga desalojar, en todo el día, sus posiciones tomadas en el alto de Elosua. Estas solo se evacuarán al amanecer del 5 de febrero de 1813, consiguiéndose así, con alguna acción más –incluida una exitosa car-ga a la bayoneta de las tropas guipuzcoanas–, que el objetivo de esa misión –entregar a Mina piezas de artillería– se cumpla enteramente31. Esos fueron los hechos. Puede que parezcan inverosímiles. No es ex-traño puesto que ahora hace doscientos años se creó el mito –uno más de los muchos que atesora la llamada «epopeya napoleónica»– de que la Guardia Imperial rara vez entraba en combate y si lo hacía era sólo para ganar. Verlos perder en Waterloo el 18 de junio de 1815 es aceptado, por todos los autores que han tratado el tema –desde novelas, como el magnífico «Waterloo» de Erckmann-Chatrian, hasta el más reciente ensayo sobre la batalla firmado por Gordon Corrigan– como el pistoletazo de salida para el pánico que se apodera del Ejército francés del norte. El último digno de ese nombre que le queda a Napoleón32. Y sin embargo, eso, como vemos, ya había sucedido en el estratégico cuadrante norte de España en el que se juega el destino de esa Guerra de Independencia –o «Peninsular War»– que tanta ocasión tuvo de maldecir Napoleón como la causa primera de su última derrota. Allí, en el territorio guipuzcoano esencial para abrir el paso de los ejércitos aliados a Francia, al corazón del Imperio, tropas voluntarias leva-das entre los naturales de esa provincia tan estratégica, se enfrentaron con el luego famoso general Cambronne, con efectivos de su Guardia Imperial, y derrotaron a ambos. Que hasta hoy nada, o poco, se supiese, por falta de investigación, de ese hecho que enriquece sin duda nuestros conocimientos de las guerras napoleónicas, debería ser un estímulo para seguir aumentándolos por esa vía. Aún incluso tras el fin definitivo del bicentenario de esos hechos en el verano del año 2015. Para fijar en nuestra memoria aún mejor esa necesidad, esa casi obli-gación, de continuar con la investigación en torno al papel de España en las guerras napoleónicas –como habremos podido comprobar, tal vez más 31 AGG-GAO JD IM 3/1/21 bis, «Historial del primer batallón de Guipúzcoa», pp. 36-38. 32  Véase, respectivamente, ERCKMANN-CHATRIAN: Waterloo, pp. 99-101 y CORRIGAN: Op. cit., p. 334. Revista de Historia Militar, 120 (2016), pp. 212-232. ISSN: 0482-5748


REVISTA HISTORIA MILITAR 112
To see the actual publication please follow the link above