Page 23

REVISTA HISTORIA NAVAL 136 MAS SUP25

MARÍA LUISA RODRÍGUEZ-SALAS los bergantines y lanchones de Guerra» que conducirían las tropas de apoyo a la dura empresa en defensa de los colonos septentrionales, la «Expedición de Sonora» (25). Hacia el otoño de ese mismo año de 1767, asignado al Departamento de San Blas, recibió la orden y comisión del virrey para salir hacia las islas Filipinas a «efecto de conducir unos Pliegos de S.M. de suma importancia, que logré poner en manos de este Gobernador con la precaución que el caso pedía» (26). Cinco meses más tarde, a mediados de mayo de 1768, Estorgo entregaba en manos del gobernador de Filipinas los pliegos reales. Desde la capital, Manila, el marino informó al virrey en la Nueva España lo que él consideró sus logros. Pero, también se quejó de que, a pesar de haber cumplido su difícil comisión, le era «doloroso» la falta de reconocimiento, pero aún peor, el desprecio en «público y secreto» de su acción por algunas autoridades de Manila (27). Más adelante, con fecha del 12 de diciembre, reitera esa falta de consideración a su empresa, inclusive, en actos públicos se la «trataba de una bárbara y atrevida acción, sin conocimiento del peligro y que para que otros no la imitasen, se debía quemar la embarcación y a mi despreciarme para que, ocultado, no hubiera otro que lo quisiera emular» (28). Es más, las autoridades portuarias ignoraron su nivel como navegante y comandante, al no encomendarle el viaje de retorno a la Nueva España. Se le trató como a cualquier viajero y, paradójicamente tuvo que emprender el regreso con los primeros jesuitas desterrados. Así, compartió con ellos la nefasta travesía del San Carlos Borromeo, viajó en compañía de un gran número de padres exiliados, con ellos sufrió los embates marinos que les obligaron a retornar todos juntos al puerto de salida. Hubo que esperar varios meses hasta que se presentó nueva posibilidad de zarpar en mejores condiciones. Las autoridades habían comprendido que no debían sobrecargar la fragata y se disminuyó el número de pasajeros y se previó una circunstancia más favorable para emprender, con mayores posibilidades de éxito, el tornaviaje hasta Acapulco. Después de la usual larga travesía con algunos contratiempos menores, como la falta de agua, ya en costas californianas, la San Carlos tomó puerto en San José del Cabo al extremo sur de la península de Baja California, el 2 de diciembre de 1769, para abastecerse del líquido y víveres frescos. Siguió camino y anclaron en Acapulco el 24 de diciembre en donde la población estaba atacada de la epidemia del tabardillo, por lo cual los jesuitas desembarcaron dos días más tarde (29). En el puerto, Estorgo pidió a los oficiales reales dinero para costear su viaje a la capital, para él, 100 pesos, para el segundo piloto, Joseph Aragoiti, 50 pesos, para el contramaestre Vicente Cazaña, 30 y (25)  AGI, Filipinas 375, N.76. (26)  Ibídem. (27)  AGNM, Indiferente virreinal, vol. 6669, exp. 16. (28)  Ibídem, exp. 17. (29)  Ibídem, p. 105. 22 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 136


REVISTA HISTORIA NAVAL 136 MAS SUP25
To see the actual publication please follow the link above