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151 dirigencia que ahondó sus divisiones en relación con la dirección que debían seguir las reformas del país. Si bien en EE.UU., había quien afirmaba que en Cuba no había cambiado nada, otros afirmaban que La Habana había pasado de un régimen totalitario a uno autoritario y que el grado de libertad real del ciudadano había dado un salto importante. Se objetaba que quedaba mucho por avanzar, pero por otra parte también se defendía que era mejor ir dando pasos consolidados que asumir riesgos cuyas consecuencias podían ser las contrarias de lo que se pretendía. Un argumento que se utilizaba con frecuencia a favor de la apertura con Cuba era que las posiciones más hostiles a la normalización de relaciones entre ambos países retrasaban, en vez de facilitar, los objetivos que se pretendían y que el contexto de enfrentamiento había propiciado por parte cubana políticas más radicales. Se proponía pues que lo mejor para aliviar en la población un régimen de «ciudad sitiada» era precisamente «levantar el sitio». Todo el mundo es consciente en la Gran Antilla de que el pasado tiene un peso excesivo en una clase política cuyos principales representantes fueron los protagonistas de unos sucesos que, aunque lejanos en el tiempo, siguen teniendo hoy una influencia determinante tanto en la legitimidad del propio poder, como en la identidad y principios que lo animan. Tampoco se ven las cosas desde la madurez con la misma perspectiva con la que se actuó en la efervescencia de la juventud. Como consecuencia, en el Partido Comunista de Cuba hay una inevitable contradicción entre la lealtad al pasado y las exigencias del futuro, lo que lo ha polarizado según predomine uno u otro énfasis. Esta pugna interna en la más alta referencia del poder está obstaculizando las reformas. Se analice la situación cubana desde la perspectiva que se quiera, los cambios que ha sufrido el mundo desde la revolución de 1959 son de tal magnitud que no se pueden seguir manteniendo ni las posiciones, ni los planteamientos de antaño. Además, los sucesos ocurridos tanto tras la descomposición de la URSS como durante la primavera árabe invitan a los que gobiernan en La Habana a considerar las cosas desde una razonable prudencia. Al disolverse la URSS se aplicaron unas medidas drásticas de transformación económica, —a modo de terapia de choque— con un altísimo coste para la mayoría de la población. Nació, además, una nueva casta de oligarcas que se adueñó de las fuentes bie3 ŽƐĂŹŽƐĚĞƐĚĞĞůƌĞĞŶĐƵĞŶƚƌŽĐƵďĂŶŽͲŶŽƌƚĞĂŵĞƌŝĐĂŶŽ :ŽƐĠWĂƌĚŽĚĞ^ĂŶƚĂLJĂŶĂ'ſŵĞnjĚĞKůĞĂ ŽĐƵŵĞŶƚŽĚĞŶĄůŝƐŝƐ ϲϲͬϮϬϭϲ ϴ


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