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390 «En ningún país de América hay mayores probabilidades de conjugar la autoridad y la libertad» «Es señal de humanidad creer que los seres humanos podemos ser adversarios, pero jamás enemigos. Hay humanidad cuando se convoca a personas de distintos horizontes ideológicos para encontrar un camino común de servicio al hombre. Sin este sentido de humanidad y sin los testigos que lo hagan presente, se abre el camino para que la violencia represiva y la violencia subversiva se instalen largamente como la forma de resolver los conflictos de los pueblos, como tristemente nos enseña la historia»1. Cuando el 10 de diciembre de 1992 el presidente de la República de Chile, Patricio Aylwin Azócar (1918-2016), intervino en el aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y de la Comisión Chilena de Derechos Humanos, definió con enorme claridad y concisión las bases para una acción política y de gobierno digna de su adjetivación como democrática. Partiendo de la afirmación de la fraternidad entre los seres humanos, la institucionalidad democrática debía aspirar al reconocimiento y la efectiva tutela política del ejercicio de los derechos fundamentales. Patricio Aylwin sabía de qué hablaba. Tras imponerse en las elecciones presidenciales de 1989 había conducido la pacífica transición de Chile hacia la democracia tras su toma de posesión el 11 de marzo de 1990. Y su reciente fallecimiento, el pasado 19 de abril de 2016, no solo ofrece una magnífica oportunidad para reflexionar sobre el pasado cuarto de siglo de la evolución política e institucional de Chile como lo que es: una de las más sólidas democracias de Iberoamérica y del mundo. Una democracia no únicamente denotada por la consolidación de su Estado de derecho, sino por el desarrollo de políticas de superación de la pobreza y de inclusión social, en el vocabulario de Aylwin, «de crecimiento con equidad», que representan uno de los más formidables ejemplos de la capacidad de las grandes sociedades para definir objetivos de Estado, y servir a los supremos intereses nacionales desde el sentido del diálogo y de la concordia. Pude visitar a Patricio Aylwin en su casa gracias a mi querido amigo Gutenberg Martínez. Allí nos recibió, en su muy poblada y ordenada biblioteca, afable y sencillo, amable, 1 AYLWIN AZÓCAR, P.: Crecimiento con equidad. Discursos escogidos 1992-1994. Santiago de Chile. 1994, pp. 96 y 97-98: «Los chilenos anhelamos vivir en democracia, y el fundamento básico de toda democracia es la vigencia de los derechos humanos. No hay democracia sin plena vigencia de los derechos humanos, y la democracia será más perfecta cuanto mayor sea la realización práctica de los derechos de todos los hombres, derecho a la vida, derecho a las distintas libertades, derecho a la propiedad de lo necesario, derecho a asociación, derecho al trabajo, derecho a remuneración justa, derecho a participación». bie3 Chile: la madurez de una democracia Enrique San Miguel Pérez Documento de Opinión 103/2016 2


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