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396 seriedad en la aplicación de sus prácticas formales, pero también sensible al dinamismo de la grandes fuerzas de la cultura, la creación y la innovación. Carlos Franz decía en su bella novela-ensayo sobre Santiago, La muralla enterrada, que el desarrollo material ha potenciado el conformismo y el ensimismamiento8. Pero la aparición y consolidación de pautas consumistas y materialistas en ciertos segmentos de la sociedad chilena no ha oscurecido su profundo impulso hacia la concordia y la construcción de grandes consensos. Gabriela Mistral adjudicaba a su amigo Eduardo Frei Montalva una «radical honestidad en el trato del adversario»9. La Premio Nobel chilena, la primera de la historia, y la primera mujer iberoamericana en conseguirlo, venía a explicitar una condición del debate democrático que Sergio Micco y Eduardo Saffirio, reconocidos y brillantes políticos y politólogos chilenos contemporáneos, vendrían a traducir políticamente en la capacidad de una nación para construir consensos, sabiendo que esos consensos representan grandes acuerdos sociales que los partidos políticos deben acertar a interpretar y consolidar, de acuerdo con un concepto, el de «alianza de partidos», es decir, no pactos concretos o coyunturales, sino políticas de Estado compartidas, que constituyen un sesgo distintivo de la vida pública chilena10. En su célebre Discurso a la Patria Joven, en la campaña de las elecciones presidenciales de 1964, Eduardo Frei Montalva había enumerado los problemas a los que se enfrentaba una nación joven y en desarrollo hace más de medio siglo. La preocupación por preservar el medio natural discurría en paralelo con la voluntad de potenciar la agricultura, la industria, la minería, y el comercio exterior, y hacerlo dentro de la cultura de los derechos y de las libertades. Y sus objetivos presidenciales conservan toda su vigencia: «... vamos a hacer un Gobierno que no sólo va a garantizar el progreso económico, la justicia y la incorporación del pueblo en forma responsable a la tarea y al beneficio, sino 8 FRANZ, C.: La muralla enterrada. Santiago de Chile. 2011, pp. 185-186: «... La miseria disminuye y todos nos abrazamos, narcisistas encantados, justificadamente felices. Pero la brecha de la desigualdad entre pobres y ricos aumenta ... Anquilosamos la autocrítica que fue nuestro mejor recurso contra la pobreza cultural. E éxito material no sólo nos enamora de nuestros logros, también de nuestros defectos; no sólo nos conecta con el mundo, también nos ensimisma ... Esta proximidad narcisista con nuestra imagen impide la distancia irónica. Nos vuelve menos críticos, más dispuestos a repintar, sin derribar, nuestras murallas mentales ...». 9 MISTRAL, G.: Bendita sea mi lengua. Diario íntimo. Edición de Jaime Quezada. Santiago de Chile. 2009, p. 215. 10 MICCO, S.; SAFFIRIO, E.: Anunciaron tu muerte. Siete respuestas comunitarias para un obituario prematuro. Santiago de Chile. 2000, pp. 207 y ss. bie3 Chile: la madurez de una democracia Enrique San Miguel Pérez Documento de Opinión 103/2016 8


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