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600 manos de Bashar al Assad y ganando terreno gracias al respaldo de Putin. Washington y Bruselas se percataron entonces de que no podría acabar con el ISIS y con el régimen de Damasco en la misma mesa: cualquier maniobra de la ONU quedaba paralizada hasta que no se asegurara la continuidad del dictador electo sirio, al mismo tiempo que la administración Obama dejaba constancia de su limitada participación en otro conflicto que tuviera a Oriente Medio como tablero. La comunidad internacional ha mostrado algo más de predisposición para acabar con el autonombrado Estado Islámico, asunto que destapó su urgencia tras los atentados de París y Bruselas. Putin, en su afán por retratar un escenario de hegemonía bicéfala, se ha esforzado en parapetar a su aliado sirio en una guerra que, en realidad, este último no ha estado tan cerca de perder. El presidente ruso es la clave en el tablero realista: controla el destino del Gobierno sirio, tiene detrás a Irán, y guarda en sus despachos el futuro de Ucrania como comodín diplomático. La postura del líder ruso al atesorar la mejor determinación política a expensas de su versión democrática añade incertidumbre al compendio de actitudes políticas. Occidente no puede deponer el Gobierno de Bashar al Assad sin condenar a la ONU a la hibernación y la consiguiente tensión con Rusia, historia añeja del siglo pasado. En cuanto al otro frente, si Washington y Bruselas decidiesen centrarse en el objetivo de derrotar al ISIS, se estaría firmando intrínsecamente la continuidad de Bashar al Assad al frente de Siria a corto-medio plazo, dado que Europa y Estados Unidos solo intervendrían de pleno bajo el paraguas institucional de Naciones Unidas, algo imposible si no se contentan las exigencias de Putin. En fechas recientes parece que las dos potencias internacionales capitanas han llegado a un determinado punto en común. La posibilidad encima de la mesa versa sobre una fuerza bicéfala, con responsabilidades y funciones repartidas, principalmente, entre Rusia y Estados Unidos. El pasado 10 de septiembre se oficializaba un pacto para fraguar una tregua que permita la concentración de los ataques de toda la esfera internacional en el enemigo común que es el autoproclamado Estado Islámico. Si bien la voluntad de negociación por ambas partes es una noticia positiva, cabe la posibilidad de que detrás de ello haya unas condiciones tan realistas como cancerígenas: los medios bie3 ISIS: la última evolución del terrorismo Jacobo Morillo Llovo Documento de Opinión 116/2016 14


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