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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL 914

DOCUMENTO Manuel Godoy y la reforma del Ejército REVISTA EJÉRCITO • N. 914 MAYO • 2017  75  La certeza de un próximo enfrentamiento contra Francia, hizo que Carlos IV ordenara a Godoy la reorganización de todo el ramo de guerra en la segunda ocasión que se encargó del Gobierno (1801-1808). La caballería sería la más afectada y «el favorito» encomendaría la reforma a su hermano Diego, ya como inspector del arma. Culminó su trabajo organizador cuando el Rey firmó un reglamento (31/I/1803) por el que se articulaba al Arma de Caballería en doce regimientos de línea y otros doce de ligera; estos últimos divididos por igual número en húsares y cazadores. Como primicia, se introducía en España el nuevo instituto o especialidad de caballería, los cazadores, y se suprimían los dragones. Todos los regimientos a 5 cinco escuadrones de dos compañías2; el 5.º no entraría en campaña y se reservaba para ser integrado por sirvientes, reclutas y diversas bajas. El armamento de cada jinete de línea o ligero sería un sable recto o curvo respectivamente, más una tercerola (arma de fuego de la caballería más corta que la carabina) y dos pistolas. Esta organización supuso disponer de 16 164 hombres y 13 044 caballos, solo un octavo de la fuerza del Ejército, es decir menos del 13 %. Por último, cabe resaltar que se asignó oficialmente un número a los regimientos por primera vez en la historia. Desde luego, se resolvieron muchos de los problemas del Arma, pero seguía sin estar adiestrada adecuadamente y no tenía mucha entidad; el inadecuado adiestramiento no tendría solución mientras no se contase con un reglamento táctico; la escasa entidad tampoco, pues la cría caballar se encontraba en pésimo estado. La Real Junta de Cría Caballar, creada siete años antes, no dispondría de tiempo para obtener resultados satisfactorios antes de la guerra de la Independencia. Tampoco se solucionaría el retraso en los ascensos, lo que provocaría el envejecimiento de la oficialidad, que llegó a ser la de edad media más alta de Europa. Con todo, la mejora era evidente y esto no pasó desapercibido a Napoleón que, consciente de las dificultades que podría tener su caballería, recién reclutada, ante los jinetes españoles, hizo todo lo posible por disminuir su potencia y debilitar al Ejército. Para ello obligó a Carlos IV a enviar cinco regimientos completos a Dinamarca. Además, se destinaron a Portugal 2000 jinetes más para formar la división que apoyaría al general Junot en la ocupación del país vecino en 1807. Dos años después y ante las protestas por su desaparición, los seis regimientos de cazadores se transformarían de nuevo en dragones, junto con el Numancia y Lusitania, pero ya no como Arma mixta, sino integrados en la caballería (R. O. del 10/V/1805). De húsares permanecieron María Luisa y Húsares Españoles y solo se conservaron de cazadores Olivenza y Voluntarios. Por otra parte, carecíamos de caballos de gran alzada y de jinetes corpulentos para formar una caballería pesada, e incluso durante la guerra de la Independencia y a causa de los traslados de regimientos a Dinamarca y Portugal, la de línea. El problema de los retrasos en los ascensos se agudizaría en 1806; por entonces, la edad media de los coroneles llegó a ser de 64 años, la de los comandantes de 63, la de los sargentos mayores y capitanes de 58 y la de los tenientes y alféreces de 503. En la campaña de Portugal (1807), al haberse quedado anticuado el reglamento de 1775, se tradujo el francés de 1788, pero sería seguido por los jefes del Arma de forma anárquica. Como cada regimiento enviaba a la campaña uno o dos escuadrones, se hacía imposible coordinar los movimientos y evoluciones en las agrupaciones (regimientos) que se formaban. Además, no se tuvieron en cuenta las importantes transformaciones realizadas en Francia por las experiencias adquiridas en sus recientes campañas, pues no se habían mandado observadores que advirtieran de los cambios efectuados. Es decir, se produjo el mismo problema de coordinación en la maniobra táctica y ejecución de las acciones encomendadas de la guerra de las Naranjas (1801). Consciente del problema, el entonces comandante Ramonet tradujo el reglamento inglés en 1809. Adoptado oficialmente en 1814, estaría vigente 33 años. Al comienzo de la guerra, el regimiento que disponía de más de un escuadrón era una excepción. Por esta causa, la caballería tendría un limitado protagonismo durante la contienda. Villaseñor afirmaba que la infantería «solo fue efectiva cuando estuvo apoyada por la caballería inglesa, pues normalmente actuaba sin protección de ningún tipo de caballería española». Si además consideramos que nuestro Ejército era


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