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351 necesidad de disponer de espacios interpuestos o zonas de influencia para ganar tiempo de reacción en caso de invasión o ataque exterior. Un problema añadido ha sido la dificultad de Moscú para acceder desde sus territorios a los mares abiertos y el empeño correspondiente para abrirse camino en dicho sentido, lo que ha constituido una constante de la geopolítica rusa en los últimos trescientos cincuenta años. De hecho, a mediados del siglo XVII, cuando Rusia ya había conquistado todo Siberia y llegado a las costas del Pacífico y a través del Volga enlazaba con el mar Caspio y la Ruta de la Seda, tenía los mercados de Europa cerrados al sellar Suecia y la Unión Polaco-Lituana su acceso al mar Báltico y el Imperio otomano el del mar Negro. Por su parte, el expansionismo ruso ha causado siempre alarma en sus vecinos. La reacción de estos se ha interpretado frecuentemente en Rusia como una aversión hacia ella o un intento de excluirla de Europa. El resultado es una vecindad tensa y difícil de gestionar para ambas partes con un desproporcionado victimismo ruso. El devenir histórico ha situado a figuras de fuerte impronta autoritaria en los grandes momentos de su historia, lo que incluye a Stalin como vencedor de la Segunda Guerra Mundial. De Pedro el Grande, prototipo de Zar y artífice de la apertura de su imperio a Europa, se dice que sacó al país de la barbarie siendo él mismo un bárbaro. Frente a figuras como Catalina la Grande, Iván el Terrible o Alejandro I, Vladimir Putin responde a la preferencia nacional por un líder fuerte. Por último, la identidad nacional rusa se debate entre dos polos de atracción: el eslavismo y el occidentalismo. Si el eslavismo representa la preferencia por mantenerse fieles hacia sus tradiciones y esencias propias, el occidentalismo es el reflejo de la atracción hacia la pujanza de las sociedades occidentales. Cuando Kissinger afirmó que «para interpretar a Putin hay que leer a Dostoievski, no Mein Kampf», hacía referencia al eslavismo radical del presidente ruso. Lo que parece evidente es que el actual contexto de confrontación entre Occidente y la Federación Rusa está debilitando el componente occidentalista del alma rusa y reforzando el eslavista en un grado muy acentuado, algo que no favorece las relaciones entre la Federación Rusa y los países Occidentales. Los pilares sobre los que se asienta y con los que está construida la identidad de la nación-imperio rusa son: la identidad eslava con la consiguiente vocación de tutelar a todo el mundo eslavo, la religión ortodoxa como fundamento de su cultura y elemento diferenciador con Occidente y la impronta bizantina. Un profundo nacionalismo muy identificado con su historia, con su propia impronta cultural y su capacidad para bie3 ,ŝƐƚŽƌŝĂ͕ŝĚĞŶƚŝĚĂĚLJĞƐƚƌĂƚĞŐŝĂĞŶůĂ&ĞĚĞƌĂĐŝſŶZƵƐĂ :ŽƐĠWĂƌĚŽĚĞ^ĂŶƚĂLJĂŶĂ'ſŵĞnjĚĞKůĞĂ ŽĐƵŵĞŶƚŽĚĞŶĄůŝƐŝƐ ϭϲͬϮϬϭϳ ϳ


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