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150 JESÚS MARTÍNEZ DE MERLO en aquella época todavía el número de arcabuces era relativamente pequeño y el número de piqueros venía a ser 3-1. Los mosquetes que ya son citados en las crónicas eran muy parecidos a los arcabuces pero más pesados y precisaban de una horquilla para el apoyo. Dado su peso y lo engorroso de su manejo su número siempre fue muy pequeño en comparación al arcabuz, aunque tenían mayor alcance y precisión. La ordenanza era muy detallada en la contabilidad de la compañía y como deberían llevarse los libros de cuentas aunque parece que la cuestión no era sencilla. Ya vimos la denuncia (falsa en aquel caso) que se hizo en Viena en 1531 y también que a pesar de tales ordenanzas los tercios fueron disueltos en 1538 por estos motivos. La pregunta subsiguiente es si la eficacia de los tercios que se prolongó más de una centuria era debida a la propia organización. Es decir: ¿El tercio era una unidad táctica revolucionaria respecto al resto de naciones? No es fácil la respuesta pero creemos que no, que el tercio era la “expresión española” del cambio de la táctica medieval a la moderna, pero que tales reformas alcanzaban a todos los países. Todos combinaban la nueva arma de fuego con la pica y espada, todas tenían una mayoría de caballería ligera sobre la caballería pesada y las formaciones tácticas en batallas campales eran muy semejantes. Entonces la diferencia hay que buscarla en otros aspectos29. Y en esos otros aspectos podemos considerar al soldado de forma individual o colectiva y la capacidad de mando de sus capitanes. Así aparecen por una parte la voluntariedad del español ante los soldados de otros países, una voluntariedad si se quiere forzada por las desdichas de la vida para unos, por el ansia de aventuras para otros y el deseo de fortuna (pocas veces logrado) para todos. Por otra el orgullo, por otra la religiosidad y así otras cualidades morales no exentas de los vicios correspondientes. Por otra parte unos capitanes mitad nobles y mitad villanos, auténticos guerreros (también con todos sus defectos), en un tiempo en el que se daba más mérito a las capacidades militares que a otras circunstancias. No fueron las formaciones en el campo de batalla, ni las armas, ni la táctica las que llevaron hacia el cenit a los tercios como tampoco fueron la causa de su ocaso. Al final, el enemigo de Europa acabó siendo España que a su vez “estaba” en todas partes y no podía, ni con sus recursos humanos, ni con los económicos sostenerse en un imperio, donde nunca se ponía el sol. Decir “el tercio” era decir España y sus poderes, es decir, España y sus soldados. Eso fue según nuestro criterio y el de otros autores, lo que marcó la diferencia y cuando todo este sistema de valores comenzó a decaer, al igual que la sensación de que dejaban de cumplir una misión histórica quedando abandonados a su suerte, los 29  Indudablemente todos los países fueron adecuando sus unidades a las nuevas formaciones y al nuevo armamento. En general no había grandes diferencias. Revista de Historia Militar, I extraordinario de 2017, pp. 150-186. ISSN: 0482-5748


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