Page 94

RHM EXTRA 1 2017

LAS ORDENANZAS DE LAS GUARDAS DE CASTILLA: LA FORMA… 93 antes: iban a ser una fuerza que raramente se movería de la Península para ocuparse, sobre todo, de defenderla en caso de ataque enemigo o colaborar con los ejércitos que actuaban en ella en tiempo de guerra. Así, seguían destinadas a soportar alguna guardia fronteriza para salvaguardar la integridad de los reinos peninsulares. La intervención de las guardas siempre obedeció a un mismo patrón: se enviaban órdenes al veedor general para que todo el cuerpo o unas compañías determinadas concurrieran a los lugares establecidos para la reunión del contingente que se movilizaba para la operación. Una vez que terminaba la campaña o cuando se alcanzaban los objetivos propuestos, las tropas se dispersaban: algunas se quedaban de guarnición, otras regresaban a los lugares de procedencia y otros se licenciaban. Las guardas de Castilla volvían a Castilla, a los aposentamientos que se les asignaban y retomaban la vida normal. Dominadas por las penurias, agobiadas por la falta de pagas y distribuidas en alojamientos donde no faltaban los problemas, las guardas iban a mantenerse en medio de una gran mediocridad, sobre todo en el siglo XVII, una vez terminadas las grandes empresas peninsulares de Felipe III. Ya en 1592, en una carta dirigida al veedor general de las guardas, Felipe II le había dicho textualmente que «acabada la jornada se tendra la consideracion que fuese justo», frase que respondía a las quejas de ese veedor por la falta de dinero a causa del encarecimiento de los precios. En cualquier caso, una vez que las operaciones terminaban y comienzas las largas jornadas de guarnición, como el dinero escaseaba, se volvían a manifestar las deserciones, porque los hombres no eran capaces de mantenerse con los menguados sueldos que recibían y lo caros que estaban los artículos, enrareciéndose las relaciones con los paisanos que provocaban con frecuencia desórdenes y conflictos, al haber estado en campaña año y medio. Como hemos visto, las necesidades de la monarquía movieron a Felipe II a buscar una serie de medios y a intentar dinamizar los instrumentos existentes. Así se explica esta ordenanza de 1573 en lo que a las guardas se refiere. No obstante, la gran reforma militar quedó inacabada, quedó por hacer, no mejorarán los resultados con las reformas siguientes, por más que el empeño pudiera ser el mismo. Con Felipe III nació otra ordenanza para las guardas, en esta ocasión en 1613. Diez años antes se había promulgado una disposición para el resto del ejército y luego una cédula para la caballería, con 53 artículos; e incluso se proyectó el levantamiento de una milicia general, algo que no pasó de ser solo eso, un proyecto. Por aquel entonces, los eternos retrasos en las pagas habían provocado que las guardas no solo se dedicaran a tareas diversas para conseguir dinero y sobrevivir, sino que también se ofrecían a la mendicidad Revista de Historia Militar, I extraordinario de 2017, pp. 93-100. ISSN: 0482-5748


RHM EXTRA 1 2017
To see the actual publication please follow the link above