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clima desfavorable. No puede entonces resultar extraño que, en ese contexto repleto de situaciones peligrosas, se prodigaran las heroicidades. Como muestra de ello, en El Telegrama del Rif del día 10 de marzo de 1922 se relata la historia de “EL BOTIJO DE LA LEGIÓN”, fi rmada por Parravichino y que se reproduce a continuación. En ella se deja constancia de la verdadera “pasta” (aunque más preciso sería decir la “arcilla”) de la que están hechos algunos de los que un día, por los azares de la vida, sirvieron en las fi las del Tercio de Extranjeros: “La casualidad nos ha deparado ocasión de ver algo pequeño, pero de gran importancia. Un botijo lleno de agua, en día de combate, cuando la garganta se seca al silbo del plomo, el sol cae de plano y se marcha desde el amanecer, es algo de importancia capital en este ingrato territorio, donde también escasean manantiales, pozos y ríos con agua. Hemos encontrado un antiguo compañero de estudios vistiendo el uniforme del Tercio, que fue armado caballero legionario en aquellos días aciagos del mes de Agosto, y nos ha contado sus hazañas. Acostumbrado a la buena vida, le era penoso el trepar por los riscos cargado con mochila, fusil y canana. Compadecido un ofi cial amigo, le dijo: ---Desde el próximo combate, irás descargado; no tendrás más misión que llevar el botijo. Quedó encantado de la amabilidad; pero no sabía lo que le esperaba. En lo más intrincado del combate, mientras las guerrillas estaban pegadas al suelo, él tenía que danzar con su botijo de un lado para otro, a través de una nube de balas. Declinó tan grande honor, y prefi rió su fusil para lo sucesivo. Pero el botijo, bien en unas manos, bien en otras, siguió asistiendo a los combates, haciendo heroicidades, para refrescar las gargantas. Un día, allá en Taxuda, recibió una herida que le amputó el pitorro, y otro día salió con una contusión en la panza y en otro combate posterior sufrió una herida de pronóstico reservado en el asa. Y claro es que esos sufrimientos y heroicidades no podían quedar sin la debida recompensa. Así es, que en la actualidad, el mutilado botijo está vistosamente galardonado, luciendo orgulloso sobre su abultado abdomen, unas honrosas insignias. ---¿Qué signifi ca eso? ---hemos preguntado, llenos de curiosidad. ---Aquí ---nos han respondido--- a nadie se le pregunta de dónde viene ni lo que es; se castiga al que lo merece, y se premia el valor, sea quien sea el que lo demuestre; y como este botijo se ha portado valientemente en lo más Sabías que...<< recio de la campaña, lo hemos hecho subofi cial. Y conociendo su historia, hemos sorbido con unción el transparente líquido contenido en botijo tan singular.” (Parravichino). El soldado de Infantería de todas las épocas y de todas las naciones, que en el combate se ve obligado a sufrir los rigores del clima de manera tan severa como ningún otro, en ocasiones ve aumentados sus padecimientos por la sed. Un paso más allá se encuentra el sufrido legionario, paradigma del infante español, que ni siquiera ha de quejarse de la sed en cumplimiento de su Credo. Sin embargo, en el fragor de la batalla, todos ellos reconocerán agradecidos la labor de “el que da de beber al sediento”. A fi n de cuentas, en la vida hay cosas que sólo se valoran de verdad cuando no se tienen o cuando se han perdido. 542 · I-2018 57 La Legión


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