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Revista Historia Militar Extra 1 2018

124 MANUEL RETUERCE VELASCO - JOSÉ JAVIER DE CASTRO FERNÁNDEZ amatacanados o ladroneras, a media altura, y que serán muy habituales en las obras del arzobispo Tenorio en la segunda mitad del siglo XIV. Hay que destacar también la muralla urbana de Sigüenza, que este mismo obispo amplió, incluyendo dentro la catedral. En un primer momento, existían dos cercas: la de abajo, defendida por la catedral, y la superior, que estaba guardada por el alcázar. Hay que recordar que la parte alta en su origen fue aldea de Medinaceli (Soria) y la baja, una donación real al obispo de Sigüenza42. Por ello, el obispo Simón Girón de Cisneros unió ambos núcleos de población con una única muralla. En este recinto sobresale la puerta de Hierro, con sus torres cilíndricas y unidas por un arco alto, que parece que era similar a la del alcázar y la del cercano castillo de la Pelegrina. Lugo Lugo era una villa propiedad de su obispo. Pese a contar como defensa las antiguas murallas romanas, los obispos de Lugo decidieron construir un alcázar, no tanto como respuesta a una amenaza externa sino como un edificio desde el que poder dominar más eficazmente a sus levantiscos vasallos. Como ejemplo de esta situación en 1312, se produjo un conflicto entre el obispo Juan Martínez y el concejo de Lugo, que llegó a “cercar al obispo en su castillo, combatirle y poner fuego a la puerta, a que se siguió el herir al obispo, sacarle por fuerza, y a los que estaban con él fuera del castillo para demolerle. Como efectivamente lo ejecutaron” 43. Posteriormente a estos hechos, el alcázar se volvió a rehacer, levantándose una nueva fortificación aprovechando la puerta de San Pedro y dos torres de la muralla. Tras las muertes acaecidas en el interior del palacio arzobispal, Alfonso XI, en 1345, condenó a muerte al obispo Juan Martínez, si bien se la conmutó después por la pena de destierro. La mitra de Lugo, además del alcázar episcopal, contaba con las torres de Bascuas, Francos, Meixente, San Martiño dos Condes y los castillos de Belesar, Calde, Villamoure y la fortaleza de La Mota. Con todas estas posiciones y defensas, es evidente que el obispo de Lugo lograba tener un efectivo control sobre la villa de su propiedad y todo el territorio de la diócesis. 42  Martínez Diez, Gonzalo: Las Comunidades de Villa y Tierra de la Extremadura Castellana. Madrid 1983, p. 286. 43  Peiró Graner, María de las Nieves: Las casas y fortalezas del obispado de Lugo en el siglo XVI. Santiago de Compostela, 1996. Revista de Historia Militar, I extraordinario de 2018, pp. 124-174. ISSN: 0482-5748


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