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Revista Historia Militar Extra 1 2018

250 FERNANDO RODAMILANS RAMOS ha de seguir la guerra conjunta. Se insta a todos los fieles cristianos a acudir al combate, o bien a colaborar enviando hombres o dinero a la cruzada. En esta obligación de colaborar económicamente se incluye a todos los clérigos y, de nuevo, no es un requerimiento general, sino que se establece un procedimiento concreto: los prelados deben nombrar recaudadores para cada diócesis, quienes además se encargarían de hacer llegar el dinero a su destino. Siguiendo en el apartado económico, se pretende que a ningún cruzado se le impida acudir al frente por causa de deudas contraídas. Para ello, se anulan los intereses o usuras de los préstamos, por una parte, pero también se ofrecen ciertas garantías a favor de los acreedores, por otra. Asimismo, se busca la protección tanto de los bienes como de las familias de aquellos que marchen al combate. Al mes siguiente, el 8 de junio de 1188, volvió a escribir Clemente III a los mismos destinatarios, esto es, al arzobispo de Toledo y sus sufragáneos. El tono denota una cierta desesperación por parte del Papado ante la situación de permanente conflicto interno entre los reinos peninsulares y el subsiguiente freno y potencial riesgo que ello implicaba en la guerra contra un Islam claramente reforzado. Quizás por ello, añade varias normas concretas para acabar de una vez con las discordias196. Entre las medidas propuestas para frenar definitivamente los conflictos internos, destaca el llamativo encargo de retener bajo custodia a los nobles más belicosos, de manera que, mientras los prelados hispanos recopilasen la información sobre los conflictos específicos entre los reinos y la enviasen a Roma, los monarcas pudieran retomar con denuedo las actividades bélicas contra los musulmanes. Una vez recibidos los informes de los obispos hispanos por medio del arzobispo toledano, Clemente III juzgaría las causas y sentenciaría personalmente, o bien, según dice, enviaría a un legado a latere para juzgar y terminar in situ las mismas. Parece que desde la Sede Apostólica se estaba considerando enviar de nuevo al cardenal Jacinto Bobbone a tierras de España para agilizar los proyectos pontificios, pero tal viaje se habría retrasado o cancelado, hasta volverse inviable tras su propia elección pontificia197. El gran proyecto cruzadístico capitaneado por Federico Barbarroja terminó con su muerte en Armenia en 1190. Por su parte, Gonzalo de Toledo fue incapaz de cumplir con el mandato de Clemente III, que falleció el 27 de marzo de 1191 sin que se hubiese avanzado en el propósito principal. Así lo manifestaba el sucesor de Clemente, Celestino III (1191-1198), el cardenal y antiguo legado pontificio en España, Jacinto Bobbone. Escribió al arzobispo 196  Ibídem, p. 225, n. 75. 197  Chronicon de Burchardo, en SMITH, D., “The Iberian Legations...”, pp. 81-82. Revista de Historia Militar, I extraordinario de 2018, pp. 250-268. ISSN: 0482-5748


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