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ARMAS Y CUERPOS 138

los fuertes rugidos de los motores de los carros soviéticos acantonados en Kolpino, a escasos 5 kilómetros de las líneas del 262; y también por la captura de varios prisioneros soviéticos con la ropa interior limpia, costumbre rusa antes de entrar en combate. Una última orden para mentalizar a la tropa, internarse en los refugios subterráneos, y la llamada a la calma y el descanso vigilante, fueron el tenso ambiente que precedió el infi erno de fuego y acero que cayó sobre los españoles en las horas siguientes. Y fue en la antesala de aquella cruenta batalla, donde se cocieron el carácter y la voluntad de vencer de los divisionarios españoles al igual que había ocurrido en Possad, la Posición Intermedia, Teremetz, el lago Ilmen, Mal y Bol Samosche o los altos de Sinyavino; y anteriormente en otros tiempos y puntos de la historia como El Caney y Baler, Empel y Rocroi, Cartagena de Indias y Otumba. Son varios los divisionarios que relatan cómo, en el silencio de los refugios subterráneos, durante esa vigilia anterior al infi erno, entre cánticos y rezos del santo rosario; frases de autoánimo y exaltación patriótica corrieron de refugio en refugio, de trinchera en trinchera y de baluarte en baluarte. Ese fue el arma secreta de aquella línea española, el “¡chufl a, chufl a, que como no te apartes tú!” de la popular tozudez aragonesa, que siempre ha caracterizado, para suerte o para desgracia, a la Infantería española y a todas sus fuerzas de apoyo. Si a ello le sumamos la realidad de una fuerza voluntaria, experimentada en una larga guerra propia, y deseosa de desplazarse a Rusia fuertemente motivada por y para la lucha contra el comunismo, nos encontramos con un cóctel explosivo mucho más allá de lo que pudiesen nunca oponer aquellos soldados de reemplazo rumanos, húngaros o italianos, enviados por sus países a luchar en un territorio extranjero, sin tener en cuenta sus propios deseos. Pero poco sabían los españoles de la amplitud del despliegue soviético ante sus posiciones. Ya se ha dicho que en el frente central y occidental se situaron las divisiones 109 y 56 para fi jar a las unidades españolas, pero el grueso y la fl or y nata de las fuerzas rusas de la zona se situaron frente al ala Este. La 45 y la 63 Divisiones de la Guardia, la 43 y la 72 Divisiones de fusileros, la 34 y la 250 Brigadas de Esquiadores, la 35 Brigada Motorizada y una brigada ampliada de carros de combate en la que formaban como contingente principal los regimientos 31 y 46; y un batallón anticarro con piezas de 76 mm.. Completaban la fuerza los núcleos de fuego artillero de las cuatro divisiones, la Artillería orgánica del 55º Ejército y varios regimientos de artillería de refuerzo con un batallón de lanzadores de cohetes Katyusha y una escuadrilla de la Aviación Roja. Entre 9 y 10 soldados rusos por cada soldado español y de 15 a 20 piezas de artillería soviéticas por cada pieza española, todo ello sin contar con que la División Azul no disponía de carros de combate, cohetes ni aviación. Todo un reto para aquellos soldados del Suroeste tan alejados del sol de su patria. A las 6.45 a.m., antes de un amanecer helado que sucedió a las 9.00, mil piezas de artillería y varias decenas de BM-13 Katyusha con cohetes de 82, 132 y 300 mm de calibre, iniciaron el ataque sobre las posiciones españolas que quedaron totalmente arrasadas tras el incesante bombardeo que duró dos horas sin interrupción. Entre un 50 y un 75% de las bajas del Regimiento 262 y los batallones que lo apoyaban se produjeron durante aquellas dos horas de trabajo de los artilleros soviéticos. A continuación sobrevino un intenso bombardeo aéreo seguido por un incesante Agosto-2018 Armas y Cuerpos Nº 138 85


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