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Revista-General-Marina-275-1-julio-2018

vida, y a tratar de descubrir cómo fueron sus prolegómenos, cuáles los orígenes del hueso y sus razones de ser. Intentaremos ver, en suma, si nosotros, que nos autotitulamos «los reyes de la creación», tenemos esqueleto gracias a ser los descendientes de un vulgar y blandengue gusano marino o, con más probabilidades y por suavizar la diatriba, de una grácil aunque torpe y descerebrada (sic) estrella de mar. Al referirnos a esos peces pioneros y adelantados en tierra, insistíamos especialmente en su carácter de vertebrados porque ya sabíamos que todos los invertebrados marinos, a excepción de los equinodermos —estrellas, erizos, ofiuras, holoturias and company— se habían adelantado muchos millones de años a la andadura terrestre de los peces, y cuando estos saltaron a tierra ya estaban paseando por las tres dimensiones del espacio, incluso poblando los aires multitud de insectos y otros bichos voladores. Pero da la casualidad de que el frente de desembarco de todas esas hordas invertebradas respondía a un patrón común, porque pertenecía al mismo ejército, al de los protostomados, mientras que, por exclusión, los fieles equinodermos que se quedaron para siempre en la mar —o se transformaron después, ojo— pertenecen a otro diferente, el de los deuterostomados, cada uno con sus especiales características, ya que el futuro de unos y otros estaba predestinado por distintos designios en la evolución y no es lo mismo prepararse para ser coronel de Intendencia de la Armada que para ser profesor de fagot en la Orquesta Nacional de España. Y por eso la mar, convocada a la evolución de las criaturas, creó el filo de los equinodermos, radicalmente diferente a los demás grupos animales. Y sus miembros, estrellas, erizos, holoturias… se convirtieron en el pueblo elegido que abrió rumbo a la línea evolutiva de los deuterostomados, donde estamos todos los vertebrados, incluidos nosotros, claro, y también un erizo de mar y uno de tierra. Y una lubina. Y el pavo loco y la vaca que ríe… Y, aunque me da pánico meterme RUMBO A LA VIDA MARINA El grupo de los equinodermos es el único que no tiene representación terrestre. Tampoco tienen cerebro, pero en la foto de Alba Sandoval, que agradecemos, se observan las complicadas oquedades que los erizos son capaces de horadar con sus púas en la dura roca, a su medida, para poder guarecerse a salvo de depredadores. Torpes pero no tontos. 56 Julio


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