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LA BANDERA NACIONAL: SITUACIÓN, PROPÓSITO Y VALORES... 31 y el destronamiento de su hija Isabel II en 1868, hubo una guerra civil de siete años, la carlista; dos regencias de signo opuesto, 22 elecciones generales y casi constantes cambios de gobierno pues la duración media de los 55 que hubo en ese tiempo fue de siete meses36 y hubo periodos muy críticos con siete gobiernos en cuatro años -entre 1830 y 1837-, o con veinticinco ministros de la Guerra en siete -entre 1830 y 1837-.37 Además, los gobiernos podían ser de matices políticos muy variados y recibían calificativos sutiles como ‘moderado’, ‘continuista’, ‘pseudo rupturista’, ‘reformista’, etc.38 La política era pendular y con grandes acciones y reacciones: 1820 y su opuesta de 1823, 1840 y la contraria de 1843, y así el resto del siglo XIX y años posteriores. Las elecciones no eran como las actuales sino, en comparación, de participación muy restringida; por ejemplo, en 1834, el censo de electores era de unos 16.000 ciudadanos porque la Ley Electoral sólo atribuía esa capacidad a ciertos propietarios que, además, sólo elegían al Estamento de Procuradores -la cámara ‘baja’-, mientras que el Estamento de Próceres -la ‘alta’- se formaba con personalidades que designaba la Corona. El recurso a la acción violenta realizada por activistas de todo tipo era constante y podía alcanzar niveles gravísimos. En 1837, por ejemplo, causaron la muerte de altas autoridades militares como los generales Bassa (en Barcelona), Quiroga (en Madrid), Cevallos Escalera (en Vitoria) y Sarsfield (en Pamplona); y, en 1838, resultaron muertos los generales Esteller (en Zaragoza) y Méndez Vigo (en Valencia). Por otra parte, los castigos a las tropas que se sublevaban podían alcanzar a disolver la unidad, como el Batallón Provincial de Segovia (tras fusilar a diez soldados), o diezmar a uno de los batallones del Regimiento de Infantería Mallorca (se fusiló a dos sargentos, tres cabos y veinte soldados). También se aplicaban estas penas a quienes no se habían opuesto con la necesaria energía a la sublevación que deberían haber reprimido.39 Otro ejemplo de extremada violencia política fue que, como tras las elecciones de la primavera de 1840 los progresistas vieron reducida su representación parlamentaria hasta sólo el 30% de los escaños, “hasta tal punto llegará la exacerbación de los ánimos políticos que hubo de declararse el estado de sitio en la capital. Los incidentes fueron tan graves en la capital que llegaron hasta el propio salón de sesiones del Congreso en que grupos de agitadores zarandearon y llenaron de improperios a varios ministros moderados”.40 36  Iglesias, Carmen: No siempre lo peor es cierto. Estudios sobre la Historia de España. Ed. Círculo de Lectores Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2008, p. 549. 37  Alonso, José Ramón: op. cit., p. 249. 38  Cepeda, José: El Ejército en la política española. 1787-1843. Ed. Fundación Universitaria Española, Madrid, 1990, p. 342. 39  Alonso, José Ramón: op. cit., p. 249. 40  Cepeda, José: op. cit., p. 344. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2018, pp. 31-72. ISSN: 0482-5748


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