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Personaje Ilustre Sin embargo, según el testimonio de un nieto de Atilano Sierra, Félix con el que he tenido contacto, el comandante residió du-rante años en Orán, ganándose la vida como profesor, hasta que en 5 de julio de 1962, fa-lleció víctima de un tiroteo. Ese día, el 5 de julio, iba a proclamarse la independencia de Argelia, pero horas antes los disparos en el transcurso de una manifestación de alegría de argelinos en la plaza de Armas de Orán, la segunda ciudad del país, desataron primero el pánico y después una matanza de europeos perpetrada por el Ejército de Liberación Na-cional, la resistencia armada argelina, y civi-les espontáneos provistos de armas blancas73. Desde entonces permanece en una sepultura en Orán, solo pero recordado. CONCLUYENDO Existe una enorme brecha entre el compor-tamiento descrito en los documentos oficiales que se conservan del comandante Sierra y el descrito en los procesos abiertos a su perso-na, después de la Guerra, basados en perso-nas que presumiblemente conocieran su for-ma de actuar. Yo sé que el comandante Sierra recibió una formación noble e ilustrada, ésa que tiende a convertir a quien la recibe en hé-roe, aunque no alcance a ello; esa conducta la tuvo en sus nueve años de teniente y ca-pitán, llegó a ser una persona valorada por sus jefes, preocupada de sus subordinados y valerosa, incluso con riesgo de perder la propia vida en el cumplimiento de su mi-sión, de su deber, un artillero, en suma. Estas son las enseñanzas que aún se im-parten en la Academia de Artillería, es el es-píritu con que se nos educa, es el espíritu que marcó el padre Eximeno en la Oración de apertura de la Real Academia de Caba-lleros Cadetes del Real Cuerpo de Artillería impartió allá por 1764: “Cuando algún mal ejemplo o alguna pasión os quiera arrastrar a algún extravío, decíos a vosotros mismos: no, no he de echar un borrón sobre el Cole-gio Militar del Real Cuerpo de Artillería, que ha de ser las delicias de mi Rey”. En el empleo de teniente combatió reitera-damente en la Guerra de Marruecos durante los años 1923 a 1925, elogiado y premiado por sus superiores debido a su comporta-miento y ejemplaridad, ganando las meda- (73) https://elpais.com/internacional/2012/06/29/actuali-dad/ 1340997364_991849.html (accedido 26 de enero de 2018). 16 MEMORIAL ARTILLERíA, nº 174/2 - Diciembre de 2018 de llas de las que ya hemos hablado, más tarde volvió a entrar en combate, ya con el empleo de capitán, durante el asedio a Teruel en el segundo semestre de 1936, volviendo a ser merecedor de los elogios, no ya solo de sus superiores, sino también del enemigo al que se enfrentaba. Este comportamiento es el que llegó hasta nosotros y que a mi entender le han convertido en leyenda. Más adelante, siendo, como fue, defensor de la causa frente populista, se entrega a su tarea como jefe de la demarcación del SIM de Levante, según hemos visto, con rectitud y preocupación, enterado de los asuntos de su demarcación como se desprende en su ins-tancia al Sr. ministro de Defensa. Sin embar-go, es un hecho lo que sucedía en las chekas de su responsabilidad y que se ha atribuido a las acciones directas y personales de Loreto Apellaniz. Lo que sí que es cierto, es que abandonó su puesto para salvar su vida antes de la caída de Valencia. Su antiguo comandante, el ma-yor Salas, se dejó apresar, juzgar y fusilar de-fendiendo lo que para él era justo. Salas Larrazábal, sin embargo, apunta que no es merecedor de recompensa alguna, ni de la consideración de sus enemigos, no obstante, sus adversarios hemos visto que sí lo tienen como lo peor de sus pesadillas. De todas formas, un joven que deja su casa para incorporarse al ejército, combate valiente-mente por su Nación, y por ello es merecedor de recompensas, cumpliendo fielmente con sus obligaciones en cada uno de los momen-tos en que la historia le puso, es digno de nuestro recuerdo y de nuestro elogio. Tanto era el prestigio de este capitán, que fue elegido entre todos los capitanes destina-dos en la plaza de Valencia, para escoltar74 con su batería al féretro del escritor valen-ciano Blasco Ibáñez en el multitudinario re-cibimiento que se dieron a sus restos en la ciudad de Valencia el 29 de octubre de 1933, actos que presidió el presidente don Niceto Alcalá Zamora. BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA • ALCALÁ, CÉSAR. Las checas del terror. Editorial Libros Libres. 2007. • ALPERT, MICHAEL. El Ejército Popular de la República 1936-1939. Editorial Crítica. 2007. (74) La correspondencia de Valencia, lunes 30 de octubre de 1933, pág. 3: “Una batería al mando del capitán don Atilano Sierra. Suá-rez esperaba al féretro para darle escolta”.


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