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Desmitificando la inteligencia artificial ¿Cómo cambiará la defensa aérea? Como es sabido, la Inteligencia Artificial necesita de una ingente cantidad de datos para establecer un patrón mediante ejemplos, para el aprendiza-je e incluso para la predicción. Los datos se con-vierten en el alimento de la máquina inteligente y se hace necesario establecer el papel que juega el Big Data en todo un entramado en el que puede parecernos que la IA serviría para resolver todo. La inteligencia artificial ha llegado para quedarse... 69 tener claro el significado de inteli-gencia a secas. Desde hace mucho tiempo solemos caer en la tentación de calificar la inteligencia como un valor finito, un coeficiente que de-signa o caracteriza a la persona por la nota que consigue en un test más o menos complejo, pero que sin duda no evalúa todos los aspectos del ser humano. “Como si toda la música pudiera caracterizarse por el tono de una nota”. Inteligencias hay muchas y es difícil establecer un número, la in-teligencia aritmética, quizá la más común en cuanto estudio, también podemos considerar inteligencia aquella que valora la memorización y retención de grandes cantidades de datos; incluso podemos calificar de inteligencia aquella desarrollada en función de las relaciones socia-les, emociones, estados mentales… Ya el famoso psicólogo Robert J. Sternberg afirmaba que la antigua corriente de caracterizar la inteli-gencia desde un enfoque psicomé-trico debería ser desechado en aras de un enfoque cognitivo. Sternberg definiría la inteligencia como la ca-pacidad de adaptar o adaptarse al medio en beneficio propio. De este modo trabajó creando la teo-ría triárquica de la inteligencia, en la que establece tres componentes principales de ella. Analítica, Crea-tiva y Práctica. Pero pongamos los pies en la tie-rra, para el estudio de la inteligen-cia no es necesario tener la mejor y más exacta definición de la misma, de igual manera y como dice Ra-món López de Mántaras, profesor del CSIC y uno de los máximos ex-ponentes nacionales en inteligencia artificial, no tenemos una definición consensuada de vida sin embargo existe una ciencia que la estudia. Definir la inteligencia artificial es una tarea igual de compleja si cabe que definir la natural, ya Alan Tu-ring durante la primera mitad del siglo pasado lo intentaría, retrac-tándose poco más tarde y dejan-do en su lugar el famoso test que lleva su nombre. El test de Turing se basa en un antiguo juego en el que un sujeto debía adivinar si su correspondencia era escrita por un hombre o una mujer, las pregun-tas, exceptuando las obvias, esta-ban permitidas y las normas eran simples, la mujer debía contestar con la verdad, el hombre debería mentir siempre para hacer creer que era una mujer. El test de Tu-ring consideraba una maquina lo suficientemente inteligente a aque-lla que fuera capaz de confundir al sujeto que le preguntase. La máqui-na, como el hombre del juego, de-bería mentir lo suficientemente bien como para que el sujeto no consi-guiera adivinar si poseía carbono (ser humano) o silicio (máquina) en sus entrañas. A día de hoy este test se considera inexacto y poco fiable al evaluar simplemente la habilidad de comunicación de la máquina y no otros aspectos iguales o más im-


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