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amurallada) de la ciudad de Nóvgorod, muy cerca de la catedral de Santa Sofía, la más antigua de Rusia. Esta ciudad se encuentra situada a 190 kilómetros al sureste de la actual San Petersburgo, llamada desde 1914 a 1924 Petrogrado y desde este último año hasta 1991 Leningrado. El por qué estaba allí el batallón español fue que, como consecuencia de haberse estabilizado el frente en el rio Vóljov y el lago Ilmen, a la División Azul le asignaron el establecerse en la ciudad de Nóvgorod y en los pueblos de alrededor. La Plana Mayor del batallón se acuarteló en una casa del interior del kremlin, muy cerca de la catedral de Santa Sofía. Santa Sofía se levantó en el siglo XI, entre los años 1045 y 1050. Tenía (y tiene) cinco domos en forma de bulbo, cuatro plateados y el central y más grande dorado, coronados con cinco respectivas cruces. La artillería soviética castigaba al kremlin de Nóvgorod muy a menudo con el ánimo de hostigar a los soldados españoles que la habían ocupado. Durante el día ya mencionado del 4 de junio de 1942, proyectiles, presumiblemente de una batería del calibre 203 de la artillería soviética, impactaron en la catedral derribando la cúpula central y otra de las laterales, sufriendo el edifi cio graves daños y lanzando al suelo algunas de las cinco cruces de los bulbos de la iglesia. También hubo bajas personales. Cuando cesó el ataque, los zapadores recogieron de entre los escombros una de las cruces gravemente dañada, y la guardaron el resto del año de 1942. Hay que señalar que esas cruces no tenían ningún valor económico. Eran de madera con una ligera capa de bronce con unas dimensiones de unos dos metros y medio por dos de alta y ancha, y muy expuestas a los rigores del clima ruso. Sin embargo, la carga simbólica era muchísima. Era una cruz representante del cristianismo, ortodoxo en este caso, que había sido venerada y rezada desde 1899, cuando fue totalmente reconstruida la catedral, por los habitantes de los lugares adyacentes. Además de lo mencionado, el hecho de reparar y cuidar la cruz hasta su envío a España, supuso un impulso de fervor a los soldados que la recogieron de entre las ruinas. Un impulso de exaltación, de sentimiento religioso y de inyección de fuerza, valor y ánimo para continuar en la lucha. El batallón de Zapadores 250 lo mandaba el comandante de Ingenieros Alfredo Bellod Gómez, que fue quien el 3 de febrero del año siguiente, 1943, ordenó al brigada Bernardo Álvarez Iglesias, destinado en la 3ª Compañía del Batallón, que llevase la cruz despiezada a España, concretamente a la Academia de Ingenieros situada en lo que fue el convento de los jesuitas de la Merced de la ciudad de Burgos. El brigada Álvarez formaba parte de uno de los convoyes que eran repatriados y fue uno de los más de 45 000 soldados que formaron en las fi las de la División Azul. Un poco más de un mes después, el 6 de marzo de 1943, la cruz quedó depositada y custodiada en la citada Academia y en la que después se conformó en Hoyo de Manzanares (Madrid). La reliquia fue transportada en barco despiezada y ya bastante arreglada por los zapadores. La cruz, de madera y hierro, está recubierta de latón dorado. Un sol de rayos en el cruce de los brazos y una paloma de hierro forjado sobre ella, que representaba al Espíritu Santo, decoran el conjunto. La cruz fue entregada en San Sebastián a otros mandos del ejército y trasladada a Burgos donde el coronel Luis Troncoso Sagredo, director de la Academia de Ingenieros, la recibió y la depositó en la capilla. Allí estuvo siendo custodiada, venerada y rezada por todos los caballeros alféreces cadetes y alumnos del Arma de Ingenieros, los profesores y todo el que quiso, desde el 6 de marzo de 1943 hasta el año 2004, que fue entregada a las autoridades eclesiásticas rusas. A lo largo de todos los años que la cruz estuvo en las capillas de la Academia en Burgos y en Hoyo de Manzanares, a partir de 1986, fue visitada por muchísimas personas. La más egregia fue sin duda la que realizó S.M. el rey Don Juan Abril - 2019 Armas y Cuerpos Nº 140 69


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