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Manuscrito bizantino del siglo XI que muestra un taladro, máquina utilizada para abrir agujeros en las murallas. Bibliothèque Nationale de France, París. El fuego resultaba clave en este tipo de combate desarrollado en espacios reducidos y sin ventilación. Aprovechando los gases asfi xiantes derivados del humo era mucho más fácil lograr la victoria y expulsar al enemigo de las obras. Interesante resulta, en este sentido, un ingenio que fue empleado por los ciudadanos de Ambracia (Grecia) el 189 a. C. para tratar de detener una mina que estaban excavando soldados romanos con el fi n de apoderarse de la plaza en cuestión. Consistía en una cuba hueca, que fue aplicada al túnel cuando los defensores se toparon con la mina excavada por los sitiadores. La cara ubicada en dirección a la excavación de los sitiadores era maciza y estaba surcada por agujeros a modo de rejilla, mientras que la parte que daba a la ciudad tan sólo tenía varios agujeros. Una vez la máquina estaba en posición, la cuba se rellenó de plumas de aves y se les prendió fuego, lo que generó un humo altamente tóxico. Aplicando fuelles en la parte en que se encontraban los defensores lograron empujar el humo a través de la galería, hasta obligar a los asaltantes a abandonarla y poner fi n a la excavación. De cara a impedir que los romanos pudieran retirar el ingenio, contaba con largas lanzas en sus costados para difi cultar la aproximación hasta él. Otro caso similar, y que resulta especialmente interesante, lo encontramos en el asedio de la fortaleza siria de Dura Europos, acaecido el 256 d. C. Los romanos debieron hacer frente al asedio 84 Armas y Cuerpos Nº 129 del ejército persa de Sapor, que contaba con un elevado conocimiento de los recursos poliorcéticos de la época. Ante la falta de avances por otros medios, Sapor decidió recurrió a la estrategia de minado para poder lograr abatir los muros de la poderosa plaza. Cuando los romanos tomaron conciencia de la amenaza que llegaba bajo tierra, procedieron a la excavación de una contramina. En lugar de labrar el túnel a la misma altura que el de los sitiadores, lo hicieron a un nivel superior. El objetivo de esta maniobra era crear una cámara entre el túnel persa y las murallas, de modo que las obras realizadas por los asaltantes perdieran efi cacia y se impidiera la caída de los muros. Los romanos llegaron a tiempo a su destino, justo cuando las defensas ya estaban a punto de verse rebasadas por debajo. El túnel romano era de menores dimensiones que el persa, por lo que los defensores planearon atacar a los invasores desde arriba utilizando su posición dominante. Sin embargo, era imposible que hubiera elemento de sorpresa alguno en la operación, puesto que ambos contingentes podían escuchar cómo trabajaban sus respectivos enemigos. En vista de la imposibilidad de poder lograr su objetivo de demoler las murallas, los persas decidieron tender una trampa a las fuerzas romanas que se encontraban dentro de la contramina. Encendieron un fuego en su propio túnel, disponiendo un fuelle para dirigir el humo en dirección a la excavación romana. También es posible que confi aran en el efecto chimenea natural que pudiera crearse, a causa de la tendencia del humo a ascender. A las llamas arrojaron azufre y betún, con el objeto de crear un poderoso compuesto tóxico. Cuando ambas minas se encontraron el gas fue rápidamente impulsado en dirección a la excavación romana. Los efectos sobre los soldados romanos fueron fulminantes, hasta el punto de que ni siquiera serían capaces de poder huir del túnel y salvar la vida. Lo sucedido en Dura Europos constituye uno de los primeros casos conocidos de guerra química de toda la Historia.


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