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el plano político y como misión principal le correspondía crear las condiciones propicias para que el distrito retornase a la normalidad tras la insurgencia. Carecía por tanto de mando en tropa, correspondiéndole al segundo teniente Juan Alonso Zayas y, tras el fallecimiento de este último, al de mismo empleo Saturnino Martín Cerezo. No es ninguna elucubración asegurar que la impronta que marcó la actuación de los defensores en los primeros momentos del cerco se la debemos al capitán De las Morenas. Como atestigua su hoja de servicio –custodiada en los fondos del Archivo General Militar de Segovia (AGMS)– el 22 de julio de 1875 y recién salido de la Academia de Cadetes con el empleo de alférez, combatió durante la III Guerra Carlista en las operaciones comandadas por el general Arrando en Cataluña, participando con su regimiento –Lealtad n.º 30– en el auxilio y levantamiento del sitio al que las tropas carlistas sometían a la plaza ilerdense de La Seo de Urgel. De sus primeros hechos de armas supo quedarse con un aprendizaje: los defensores de una posición sitiada tarde o temprano reciben auxilio, por lo que lo recomendable en estas situaciones se fundamenta en mantener la defensa de la manera menos perniciosa a la espera en las mejores condiciones posibles de la llegada de refuerzos. Trece años más tarde, era él quien tenía que planifi car y afrontar la defensa de Baler. Tras solventar el problema del agua, disponían de víveres sufi cientes para afrontar un largo asedio, estaban sobrados de municiones, contaban con hombres preparados y con un lugar que reunía unas condiciones defensivas ventajosas. Pero, por si quedaba alguna duda, tenían una misión y unas órdenes que les resultaba posible seguir cumpliendo en aquellas circunstancias. Rendir la plaza de ningún modo era una opción y así se lo hizo saber al resto de ofi ciales. De carácter esforzado, se caracterizó por afrontar las intimidaciones del enemigo de manera valiente. Ante las amenazas del ultimátum del coronel revolucionario Calixto Villacorta «se las haré entregar las armas a la fuerza, sin tener entonces compasión de nadie y haciendo a los ofi ciales responsables de todas aquellas desgracias que puedan ocurrir1», respondió de manera rotunda: «los ofi ciales no podemos ser responsables de las desgracias que ocurran; nos concretamos a cumplir con nuestro deber, y tenga usted entendido que si se apodera de la iglesia será cuando no encuentre en ella más que cadáveres, siendo preferible la muerte a la deshonra2». Sus palabras no dejaban lugar a dudas. Baler no se rendía. Dirigió la defensa durante 145 días hasta su fallecimiento causado por la enfermedad del beriberi el 22 de noviembre de 1898. Sus restos fueron repatriados a la península en 1904. En la actualidad reposan en el Mausoleo a los Héroes de Cuba y Filipinas del cementerio madrileño de Nuestra Señora de la Almudena junto al resto Recorte de prensa con fotografía de los 33 militares supervivientes a su llegada a Barcelona que guardaba Rogelio Vigil de Quiñones entre sus recuerdos personales. Archivo Familia Vigil de Quiñones. Colección particular del autor. Agosto - 2019 Armas y Cuerpos Nº 141 61


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