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Guerra a distancia de que el operario sea civil o militar, de que el centro operativo se localice fuera del teatro de operaciones formal y de que el grado de amenaza percibida sea aparentemente mínimo. Se trata sin duda de una intervención notoria y manifiesta que amplía la naturaleza, civil o militar, y la localización geográfica de los objetivos lícitos. En el ámbito de la política se abren varios frentes de discusión. Uno de ellos, muy relacionado con la ética y la corrección política, plantea la duda de si una nación debería renunciar de forma voluntaria a emplear toda la tecnología para mejorar las capacidades de combate de sus ejércitos. Una cesión de esta envergadura daría una gran ventaja al enemigo, supuesto agresor, y provocaría más bajas propias de las imprescindibles. Así las cosas, la corrección política probablemente estará más en la preservación de las vidas de nuestros soldados que en la renuncia al uso de robots militares. Otro frente de discusión relacionado con la política es consecuencia de la disminución del coste, en términos económicos y de vidas, de la guerra automatizada. El abaratamiento de la guerra, junto con la asepsia social que producen las muertes a distancia, podría atenuar el tradicional rechazo político a optar por una solución militar para resolver conflictos. La llamada mentalidad PlayStation, que normalmente se refiere al armamento teledirigido (los drones), también se aplica a los sistemas de armas autónomos que contribuyen a la anestesia de la opinión pública ante una guerra percibida como distante. En este sentido, se puede anticipar que la reducción de costes económicos y de vidas propias, además de la lejanía a las bajas enemigas, podría hacer disminuir el umbral de amenaza necesaria para que un Gobierno considere que ha llegado el momento de intervenir militarmente. A estas cuestiones se añaden otras muchas aún por resolver: ¿qué pasaría si las armas inteligentes son hackeadas por terroristas o delincuentes?; aunque parezca ingenuo, ¿llegará un momento en el que solo combatirán máquinas contra máquinas?; ya que los robots militares no serán exclusivos de las grandes potencias y acabarán siendo armas de gran disponibilidad ¿se convertirán en los kalashnikov del Siglo XXI como los definió una carta abierta firmada por miles de expertos?, y por último, ¿se puede mantener el control humano del robot en combate sin disminuir su eficacia? Al final, todo parece girar en torno a la misma cuestión, cómo compaginar el autonomismo de una máquina inteligente, en este caso de guerra, con el control humano, no solo de la propia máquina, sino también de las empresas privadas militares tecnológicas y a nivel político. Boeing AH-6 Diciembre - 2019 Armas y Cuerpos Nº 142 43


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