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y con su Corte formada por los Perdigones de todas las Compañías se desarrollaba una curiosa ceremonia en el Patio del Alcázar, en la cual era solemnemente coronado por sus compañeros el “Gato”, como homenaje a la Veteranía y a la Antigüedad, que siempre ha sido un grado. Los “Números Uno” también recibían al terminar sus estudios la Cruz del Mérito Militar con distintivo blanco, pero con mucha mayor exigencia que ahora para su concesión, pues se precisaba: haber ingresado con el nº 1, haberlo conservado durante toda la carrera y no haber tenido durante ella falta de conducta ni ¡ningún arresto! ¿Cuántos de los “primeracos” de nuestras 36 Promociones de la III Época hubieran cumplido tan exigentes condiciones? El uniforme de aquellos alumnos (como sabemos todos por la colección de Cadetes de plomo), era el pantalón rojo clásico de la Infantería, guerrera azul con dos fi las de botones y, por supuesto, cuello cerrado y alto y como prenda de cabeza el ros con plumero rojo los días de gala y la teresiana para diario; para estar en la Academia usaban, en lugar de la guerrera, la “polaca” de color gris. Como el Cadete siempre ha sido igual, ahora se pone clavos de Aviación en los cordones o quita los hilos dorados a la borla del gorro, antes llevaba gorra plana y botas blandas y en tiempos del General Galbis su manía era llevar los pantalones más estrechos de lo reglamentario, todo lo cual en todas las Épocas acababa y acaba con el consiguiente arresto por falta de uniformidad. El régimen de arrestos era similar al de ahora, dormitorio, prevención y corrección, si bien estos últimos se cumplían efectivamente en unos cuartos o celdas individuales, encerrados, excepto a la hora de asistir a clases o instrucción, tal como se hacía hasta hace poco en esta III Época, hasta que se empezaron a cumplir en las camaretas. Como ejemplo curioso de corrección de las faltas de policía podemos citar esta orden del Coronel Nebot, Jefe del Servicio Interior, a los Comandantes de las Compañías: “Sírvase Vd. prevenir, a los alumnos de la Cía. de su mando que, sin género alguno de escusa, se corten el pelo al rape y todo por igual, pues el Excmo. Sr. General Director ha observado con disgusto que no se lleva como está prevenido”. ¿Qué comían los Cadetes toledanos? Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que en general la comida sería menos variada que ahora; recordemos que en aquella época en muchas familias españolas de clase media se comía cocido todos los días menos los domingos; en la Academia se comían con frecuencia las “migas”, ‘plato típico de los pastores y labradores castellanos desde siglos atrás, pero que prácticamente fue reinventado por el “Pinche Manuel”, trompeta liberal en la guerra carlista, pinche en el Colegio General Militar y cocinero de la General en Toledo durante muchos años, que les dio tal punto y perfección que, como decía el General Madariaga, “eran las migas capaces de transformar las funciones de la vid a, nutrición, reproducción, sensación y locomoción en artículos de las Ordenanzas”, quedando desde entonces hasta nuestros días vinculadas al yantar de la Infantería española y, por extensión, al de todos los militares de todas las Épocas, que las seguimos comiendo y ... siguen produciendo los mismos efectos. Los días de “gala con uniforme” había arroz con leche de postre, como máximo refi namiento culinario, lo cual, comparado con los postres y desayunos de pastelería de nuestros días, también nos indica que los tiempos mejoran. Otros platos habituales eran, además de las migas y dichos en argot de los Alumnos, la “carne con balas”, la “tortilla pintada con brocha” y el “batallón y llamada”. En sus ratos libres, sábados y domingos para los internos, los alumnos de la General paseaban por la Vega, el Miradero o la Plaza de Zocodover, puntos de paseo toledanos de ayer y de hoy. Sus diversiones eran relativamente parecidas a las actuales, a pesar del tiempo transcurrido. Asistían a los bailes de Santo Tomé, se iban a merendar a Revuelta (aún existe en Toledo un bar que lleva el nombre de Revuelta, aunque no tenemos la seguridad de que sea el mismo establecimiento) o a casa de Granullaque, famoso por sus perdices estofadas ‘y si la asignación se había acabado se conformaban con pasear por los claustros de la Catedral o visitar la Fábrica de Armas instalada entonces en Santa María la Blanca. En las grandes solemnidades asistían a los bailes del Teatro de Rojas, punto máximo de la elegancia y de la mejor sociedad, escuchaban las Diciembre - 2019 Armas y Cuerpos Nº extraordinario 2019 109


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