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de Octubre de 1859 a Marzo de 1860, con el Ejército expedicionario enviado a las órdenes del General D. Leopoldo O’DonneIl. Allí se pusieron a prueba su formación militar y su valor, destacando en el ataque a Fuerte Martín (17 de Enero), acción de Sierra Bermeja (31 de Enero), batalla de Tetuán (4 de Febrero) y en la decisiva batalla de Wad-Ras (23 de Marzo de 1860), obteniendo, como recompensa, el ascenso a Teniente por méritos de guerra. Después de haberse acreditado como Infante, sintió la inquietud de la técnica y agregado, siendo Teniente de Infantería, al I Batallón de Ingenieros, continuó en Marruecos, interviniendo en los trabajos que siguieron a la ocupación, destacando en ellos como técnico y como agradable y festivo compañero. En aquella época, uno de los sistemas de formación de los Ofi ciales de Ingenieros (no demasiado diferente, como puede verse, del actual de los Ingenieros de Armamento y Construcción) era a base de Ofi ciales de las Armas, que hacían sus estudios en la Academia de Ingenieros de Guadalajara y unas prácticas como agregados en Unidades del Cuerpo que realizaban trabajos técnicos. Ingresó, pues, nuestro Teniente de Infantería en la Academia de Ingenieros, de donde salió en 1866. Ya como Capitán de Ingenieros, toma parte en las Guerras Carlistas de 1868 a 1875, restaurando vías de comunicación y edifi cios destruidos, habilitando para la defensa el caserío de Aranda de Duero (lo que le valió ser nombrado hijo adoptivo de esta villa y una espada de honor) y participando en la defensa de Villafamés y Lucena del Cid, en el Maestrazgo, donde alternó, como diría después el Himno de Zapadores: “ la trilita y el pico con el fusil cuando era preciso luchar”, acreditando nuevamente su calidad de soldado y de ingeniero, premiada con varias Cruces Rojas. Posteriormente, como dice jocosamente Ibáñez Marín, después de luchar en la guerra, marchó a “luchar” con la juventud, primero en Guadalajara, en la Academia de Ingenieros, donde dio una clase en el Preparatorio, para pasar después a explicar Estereotomía y Arquitectura durante siete años y luego, al crear el General D. Arsenio Martínez de Campos, en 1882, la Academia General Militar, por encargo del Rey D. Alfonso XII, fue llamado para el importantísimo cargo de Jefe de Estudios, en el que había de ser pieza fundamental y había de dar, aún más, la medida de su verdadera valía. Organizó, programó, impulsó y, sobre todo, educó; si grande era su mérito como militar y como ingeniero, mayor era su talla humana, tanto en lo moral como en lo físico, pues era de aventajada estatura, que le hacía contestar en cierta ocasión a un Cadete que se disculpaba al ser reprendido por no haberle saludado: -”Perdone V.S. mi Coronel, no le había visto” “¿Con que no me había visto?, pues otra cosa no tendrá Vd., pero un Coronel que se vea, me parece a mí ... “ A pesar de su humanidad Y de su humor, era exigente, rígido, gran amante de las Ordenanzas, que conocía profundamente, pero sus Cadetes le adoraban. Uno de ellos, el General de Ingenieros D. José García Benítez, de la V Promoción, decía que “un Ejército sería modelo si todas sus Compañías tuvieran por sus Capitanes el mismo respeto y cariño y la misma adoración que nosotros sentíamos por Vázquez Landa, los Regimientos sintieran por su Coronel lo que nosotros por el nuestro y los Cuerpos de Ejército estuvieran enlazados 18 Armas y Cuerpos Nº extraordinario 2019 ISSN 2445-0359


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