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el ‘soldado-máquina’ y hacer todo lo posible para obtener el ‘soldado-hombre’, o mejor dicho, el ‘hombre-soldado”. No obstante, encontraba necesario de cara al perfeccionamiento de sus obligaciones como profesor militar de sus conciudadanos, cuantifi car y cualifi car la cultura intelectual del propio militar. No solamente fue Vidart quien preconizó esta teoría, si no que otros conocedores del tema defendían la necesidad de avivar las cualidades pedagógicas del ofi cial, sobre todo teniendo en cuenta el material humano que se recibía en campamentos y cuarteles. Para la aspiración de formar este tipo de ofi cial educador se hacía imprescindible mantener un elevado nivel en las academias y unos adecuados planes de estudio que contribuyesen a “formar el alma del Ejército”. Sin embargo, el sistema educativo vigente en aquella época recibió críticas, tanto favorables como negativas, de acuerdo a tres alegatos fundamentales: en primer lugar, la rutina como norma. Quien la rompía no era especialmente grato a la opinión de sus compañeros. Un segundo alegato se fundaba en el predominio de la formación matemática y técnica, en enorme desequilibrio con la formación moral y humana. En ‘tercer lugar, la formación física se encontraba en condiciones muy precarias, lo cual hacía suponer que no iba a estar mejor la situación en campamentos y cuarteles. La búsqueda de nuevas formas y sistemas pedagógicos llevó a algunos sectores de la sociedad civil y de la opinión militar a imitar, convirtiéndose ya en un tópico, el modelo anglosajón de enseñanza “donde se estudia y se doman caballos, donde se canta y se laborea la tierra, donde se manejan los útiles de trabajo y se esgrimen las armas”. Razones de espacio nos limitan la posibilidad de entrar en otros aspectos esenciales en la temática militar de la época, como el espinoso tema de la redención del servicio militar o la implantación de la obligatoriedad de éste; como la acción educadora del Ejército para “contrarrestar la propaganda revolucionaria”; como el del confl icto militarismo antimilitarismo; como el del mutualismo como alternativa al socialismo. Veinte años después de que la Institución Libre de Enseñanza emitiera su informe, las circunstancias no habían sufrido modifi cación alguna. Joaquin Fanjul se dolía de que aquellas lamentaciones lanzadas hace casi un cuarto de siglo no fueron atendidas, e incluso nadie “las había leído y oído”. En el Informe de la ILE pudo haber algunas “exageraciones” que encontraba Joaquin Fanjul, pero quedaba muy por encima del interés hacia la institución militar y hacia el papel que debía desempeñar en la vida nacional, hacia “la necesidad de que el Ejército ejerciera su labor educadora”. En cualquier caso, los militares, los historiadores y los hombres de entonces y los de hoy, atentos a la realidad de la vida española, “debemos hacer justicia a su labor”. Una labor forjada por unos españoles que sentían en carne viva la España de su tiempo. 28 Armas y Cuerpos Nº extraordinario 2019 ISSN 2445-0359


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