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59 tampoco en La Legión importaba demasiado; cualquiera era válido para dar en el acto de la filiación. Como en las estrofas de la que muy pronto sería la famosa Canción de Legionario: «Cada uno será lo que quiera, nada importa su vida anterior». Y llegados a este punto, surge de inmediato la pregunta: ¿quiénes eran estos hombres y por qué acudieron a formar en las iniciales filas del Tercio de Extranjeros? Las respuestas nos las da el propio Millán en unas breves líneas insertas en su magnífico libro La Legión. «Respecto a los hombres», nos dice, «que son luchadores, aventureros, esperanzados y también los desesperados. Algunos acuden atraídos por el brillo de las armas y la sana ambición de lograr una carrera militar y finalmente, ocupan el puesto de honor los que llegan abrasados por la llama ardiente del patriotismo, que cuando creyeron a la patria en peligro abandonaron familia e intereses y corrieron a las banderas del Tercio a empuñar las armas para vengar la afrenta». Respecto a por qué vienen, también nos contesta en su libro mencionado nuestro heroico teniente coronel: «Por la complejidad humana. Por las pasiones y las necesidades, por los vicios, el desarraigo social, la sed de glorias, el afán de vivir o el deseo de morir; el haber buscado y buceado en dónde sustentarse, encontrando la nada … El amor, también el amor ¡dejémosles ese consuelo romántico! y después la prosa: la comida, la paga, una casa, un oficio para el soldado profesional, un trabajo para el infeliz bracero, que ni para destripar terrones o machacar piedra encuentra acomodo…Un apartamento de la Justicia, que tan dura es en sus modales, y por último y como grandes factores, el dinero y el alcohol». La ceremonia de la llegada de una nueva expedición al Cuartel del Rey y el recibimiento por parte del teniente coronel primer jefe estaba revestida de una belleza y de una emoción indescriptibles. De pie, mirándoles fijamente a los ojos, el jefe los saluda y les da la bienvenida. Les dice que La Legión les ofrece perdón, apoyo, ayuda, cariño, que forman parte desde ese momento de una gran familia pero a su vez trabajarán diariamente en lo que se les mande, tendrán largas marchas, pues La Legión será el cuerpo más veloz y resistente, combatirán sin descanso, morirán muchos, quizás todos, pero ese morir en el combate tenía que ser el mayor honor de un legionario, y finaliza señalando que si alguno tenía miedo y quería retirarse, en ese mismo instante dijese al oficial médico que le dolía la garganta y en el acto se le rescindiría su compromiso, despidiéndolos con estas paternales palabras: «Entrad gozosos, sed felices y que Dios os dé a cada uno lo que ha venido a buscar, si ha de ser para su bien». Es obvio que para gobernar a esa masa de gente ingobernable que acudió al reclamo de los primeros carteles anunciadores hacían falta unos buenos cabos, con «mando en plaza», a los que hubo que designar sobre la marcha. Sigamos de nuevo, en este punto, lo detallado por el teniente coronel Millán Terreros en sus ya citadas páginas: «Los cabos surgieron, escogiendo los de aspecto más militar y varonil entre los muchos que ya habían servido en el Ejército de sargentos y suboficiales6, y que por diversos motivos habían salido de las filas. Y la primera noche, para poder gobernar a aquellos cuatrocientos hombres, que solo llevaban unas horas de militares, que no tenían hábito alguno de disciplina y, en cambio, tenían otras condiciones muy opuestas, hubo que hacer el nombramiento de “cabos interinos” de modo fulminante. La ceremonia nocturna fue alumbrada por una vela, pero con marcial solemnidad y muy enérgicas palabras se les dio a conocer a los recién llegados hasta dónde llegaba la autoridad de los cabos interinos, diciéndoles “Mandan tanto cada uno, como el teniente coronel”». Y así empezó la heroica Legión su noble caminar hace ahora cien años, por los senderos gloriosos de la historia patria. Españoles y extranjeros, todos bajo una misma bandera, la de «Que en tu honor, y por el hecho de ser el primero llegado a nuestras filas, La Legión conmemorará cada año y en esta misma fecha —20 de septiembre— la solemne fundación del cuerpo». 9 de Octubre de 1921. Una columna de legionarios asciende al Monte Gurugú, recién conquistado, para proceder a su fortificación; puede apreciarse, a la izquierda, los mulos con los picos y las palas para las obras


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