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MEMORIAL ARTILLERIA DIC 2013

77 Hablando de líderes y jefes, reflexiones conexas e inconexas y a veces repetitivas el jefe, por qué se necesitan jefes; cual es la gran misión del jefe: ser-vir, y por fin, qué Kace el MeIe. < esto solo en su primer capítulo, del que quiero etraer la siguiente reÁeiyn Nadie es jefe más que en la me-dida en que sea capaz de hacer que un grupo participe del ideal de que él vive, y de conducirlo a la realización, superando todos su obstáculos. En el segundo capítulo desarro-lla lo que para él son, o debieran ser, las cualidades del jefe, y paso a enunciarlas para que el lector va-lore si el líder que buscamos con estas reÁeiones no debe ser par-tícipe de todas y cada una de ellas: Fe en la misión, sentido de la au-toridad, espíritu de decisión e inicia-tiva, espíritu de disciplina, energía realizadora, calma y dominio de sí mismo, sentido de la realidad (Na-poleón es igual de concreto aquí), competencia, espíritu de previsión, conocimiento de los hombres (¡fun-damental!), benevolencia de espíri-tu, bondad de corazón (artículo V del Cabo), respeto a la dignidad hu-mana, espíritu de Musticia, firmea, ejemplo y humanidad. Poca inteligencia, empleada por un corazón apasionado, irá más le-jos que un genio manejado por un alma fría. Con el capítulo tercero nos habla de la jefatura y el arte que ello su-pone. Totalmente vinculado con el anterior capítulo, el abate describe cuáles son los aspectos que deben regir el arte de formar y educar, de reprender, de animar y hacerse querer, de formar un equipo: No se trata tanto de imponer los esfuerzos cuanto de provocarlos há-bilmente… Finaliza el abate con un capítulo de conclusiones que vuelcan la línea de pensamiento hacia unos aspectos muy religiosos, pero que también per-miten etraer unas reÁeiones sobre la pérdida de valores en una socie-dad donde se aprecia más lo material que lo espiritual, lo mundano que lo místico. Nuestro mundo, nuestra socie-dad, están llenos de trepas, de gente con pocas entrañas, baja moralidad y ansia de figurar sepulcros blan-queados que no aportan nada, pero hacen un daño incalculable. En su libro ya mencionado, Vigón recoge la frase de Garcia Morente, que asevera: La virtud de la obedien-cia no será fácilmente practicada por el español cuando el jefe al que tenga que obedecer no tenga en su persona cualidades reales, individuales, que lo impongan naturalmente como jefe. El español se somete con gusto y en-tusiasmo a otro yo real en quien perci- Manuela Malasaña


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