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REVISTA HISTORIA MILITAR 117

176 IAGO GIL AGUADO profesionales –conviene señalar que mayoritariamente americanos25- para defender todo el Perú y guarnecer la isla de Chiloé, que por su importancia estratégica dependía directamente de Lima y no de la Capitanía General de Santiago de Chile26. Esta minúscula fuerza regular se veía complementada, al menos sobre el papel, por unas milicias disciplinadas y provinciales que, según este mis-mo informe realizado en 1790 por el marqués de Avilés, a la sazón brigadier y subinspector general de las tropas del Perú, estaban compuestas en teoría por unos 42.000 hombres27. Conviene hacer dos puntualizaciones. Una, por obvia no menos pertinente, es que evidentemente sería absurdo pensar que las escasas tropas regulares -aunque hubieran sido todas ellas peninsulares, que no lo eran-, hubieran podido controlar el virreinato en contra del parecer de una clara mayoría de la población local. La otra es la cuestión del valor militar de estas milicias, más relevante a la hora de valorar el dispositivo mi-litar español en el virreinato. Aunque ciertos historiadores, como Guillermo Céspedes del Castillo, han asegurado que las milicias coloniales mejoraron notablemente su operatividad a lo largo del reinado de Carlos III, llegando este autor a hablar de “unas milicias creadas de nueva planta, reclutadas entre voluntarios en los reinos de Indias, a las que se dotó del mismo ar-mamento que al ejército profesional y que tuvieron en algunas ocasiones oportunidad de probar su eficacia y disciplina”28, la realidad, al menos en el Perú, parece que fue muy otra, lo que de hecho llevó al virrey Gil y Lemos a proponer una radical reforma de las mismas a su llegada al virreinato. Sería en 1792, es decir un año antes del inicio de la guerra contra Francia, cuando el virrey elevó sus propuestas de reforma militar a las au- 25  Sobre la preponderancia criolla en el ejército regular americano véase MARCHENA FER-NÁNDEZ, Juan: Ejército y milicias en el mundo colonial americano, Editorial Mapfre, Ma-drid, 1992, págs. 9, 110, 143-144. Asimismo, véase GARAVAGLIA, Juan Carlos y MAR-CHENA FERNÁNDEZ, Juan: América Latina de los orígenes a la independencia, Editorial Crítica, Barcelona, 2005, vol. II, págs. 68-69 y CAMPBELL, Leon G.: “Cambios en la es-tructura racial y administrativa en el Perú colonial a fines del siglo XVIII”, en KUETHE, Allan J. y MARCHENA FERNÁNDEZ, Juan (eds.): Soldados del Rey. El ejército borbónico en América colonial en vísperas de la Independencia, Universidad Jaime I, Castellón de la Plana, 2005, pág. 248. 26  Para un resumen de la estructura de las unidades fijas o de dotación del Ejército español en América, véase Juan MARCHENA FERNÁNDEZ 1992, op.cit., págs. 113-116. 27  AGI, Lima, 691. Informe del marqués de Avilés anejo al despacho no 135 de Francisco Gil y Lemos a Antonio Valdés, Lima, 5 de agosto de 1790. CAMPBELL, Leon G.: The Military and Society in Colonial Peru 1750-1810, The American Philosophical Society, Philadelphia, 1978, págs. 212-219. Campbell, en su minucioso estudio sobre la milicia peruana de la segun-da mitad del siglo XVIII, indica que el grado de desorden en las milicias era tal que ni las pro-pias autoridades coloniales sabían a ciencia cierta cuántos hombres pertenecían a las mismas. 28  CÉSPEDES DEL CASTILLO, Guillermo: Ensayos sobre los reinos castellanos de Indias, Real Academia de la Historia, Madrid, 1999, pág. 146. Revista de Historia Militar, 117 (2015), pp. 176-200. ISSN: 0482-5748


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