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al aeropuerto. A las diecisiete horas y quince minutos tomaban tierra nuestros aviadores en el aeropuerto de La Habana. El primero en acercarse al avión fue Madariaga que, instantes antes había desembarcado de un avión militar y tras él, saludaron a los aviadores españoles, el capitán Torres Menier, jefe del Cuerpo de Aviación de Cuba, jefes, oficiales, fotógrafos y periodistas. Posteriormente todos los curiosos, que habían acudido al aeropuerto querían abrazar a los pilotos que eran zaran deados y subidos a hombros, como si de toreros se tratase. Soldados y policías trataban de hacer un cordón en torno a ellos. Todo fue en vano pues el público no cedía. Casi en hombros llegaron a la Escuela de Aviación, donde fueron recibidos oficialmente por el jefe del Ejército, por el Cuerpo de Aviación, por los Secretarios de Despacho, por el embajador español y demás autoridades. Firmaron para la prensa autógrafos y tuvieron que saludar a la multitud que permanecía en el exterior del edificio. Durante la estancia en La Habana, los agasajos y homenajes fueron incontables. Este vuelo despertó en los cubanos un sentimiento de amor hacia España que lo manifestaron agasajando a nuestros aviadores. El raid constituyó un acontecimiento social de primera magnitud y los aviadores fueron agasajados en los círculos políticos, sociales y mercantiles de Cuba. Así, visitaron el Casino Español, la Redacción del Diario de la Habana, se entrevistaron con el Embajador español, conversaron telefónicamente con el Presidente de la República española, Alcalá Zamora, recibieron las llaves y medallas de la ciudad, realizaron visitas a diversos bancos, al Centro Asturiano y tuvieron que asistir a numerosos banquetes, almuerzos y cócteles que llenaron los días de su permanencia en la capital cubana. Su despedida fue el día 18, con el homenaje-banquete ofrecido en el hotel Nacional por nuestro Embajador en Cuba, López Ferrer. Por lo reseñado, es de suponer que el cansancio fuera apoderándose de Barberán y Collar. Por ello, bien podríamos decir que más que con los elementos tuvieron que luchar a su llegada a Cuba con el entusiasmo popular. Menos mal que dedicaron el día 19 al descanso y preparación de su segunda etapa a México. Pero todo no iban a ser alegrías. Tres días antes de la partida, el mecánico Madariaga descubrió, en una revisión rutinaria, una grieta en el depósito central de gasolina. Se estudió el caso con atención y se pensó que era posible su reparación. El mecánico español, auxiliado por mecánicos de la Aviación cubana, reparó el depósito. Diversas conjeturas sobre esta avería se hicieron y se siguen haciendo sobre ¿dónde se produjo? ¿Durante el vuelo? ¿En Camagüey? ¿En La Habana? Finalmente se aceptó que se había producido en el aterrizaje en Columbia. Las dudas de su reparación también se despejaron, ya que le realizaron varias revisiones completas y la noche anterior a la partida, Madariaga, la pasó trabajando en el avión para dejarlo en perfectas condiciones. Con todo preparado amaneció el 20 de junio de 1933. La ruta prevista para el viaje era la siguiente: La Habana- Progreso-Ciudad del Carmen-Coatzacoalcos Orizaba-ciudad de México. La travesía comprendía un vuelo de 1.920 kilómetros que tenían previsto realizar en unas 12 horas. De cualquier forma, esta ruta que fue di- 149


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