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REVISTA HISTORIA MILITAR 116

56 LUIS ALFONSO ARCARAZO GARCÍA El enfrentamiento definitivo entre españoles y franceses en Bailén fue un poco casual, por lo que no se habían organizado hospitales de sangre. Pero la línea española se vio favorecida al apoyarse en la villa, ya que los vecinos les prestaron auxilio en todo momento, organizados por las autori-dades municipales, concretamente, por Francisco Rodríguez, auxiliar de la Justicia y 2.º teniente de alcalde. Para saber cómo se preparó la asistencia de los soldados españoles evacuados a Bailén, es imprescindible consultar un trabajo escrito por Antonio José Carrero y publicado en 1815, cuando los acontecimientos estaban muy recientes, con objeto de dejar a la posteridad memoria civil de lo ocurrido en la población durante la guerra. Según re-fiere: «El Ayuntamiento, Clero y Vecinos de Baylén ejercieron tan heróyco proceder, en las circunstancias en que se vieron, quando no tenían ejempla-res de otros Pueblos de cómo manejarse, y quando la insaciable codicia de Napoleón cubría con el velo de la alianza sus inicuas y falaces máximas».97 Al poco de comenzar la batalla, los sanitarios militares comenzaron a evacuar a heridos españoles a los teóricos hospitales ambulantes, que de-bería haber en Bailén. Mientras tanto, los vecinos se prestaron voluntarios para acudir a las zonas de combate y ayudar, bien llevando munición o ali-mentos bien transportando a heridos y contusos hasta el primer puesto qui-rúrgico o al hospital, como refiere Gómez de Arteche «los sacerdotes y las mujeres compartían los deberes religiosos con el cuidado de los hospitales y enfermerías».98 Pero como nada se había previsto, los primeros heridos tuvieron que ser asistidos en las casas de los vecinos, donde les lavaban las heridas y curaban como podían; solo en una botica el boticario curó y aplicó medicinas a más de 200 pacientes. Los vecinos habilitaron varias casas de la calle del Santo como hospitales, utilizando sus propios enseres y camas, porque las que habían preparado para los franceses heridos unos días antes, no se podían utilizar, ya que al abandonar la villa dejaron varios cadáve-res que estaban en descomposición. Las mujeres, las personas mayores y los chicos prepararon inmediatamente hilas, vendajes con sábanas y, sobre todo agua, porque el excesivo calor marcó aquella batalla campal, motivo por el que los españoles se esforzaron para que los franceses no tuvieran acceso a ella. La famosa noria de San Lázaro quedó en medio del combate, habiendo violentas escaramuzas por hacerse con ella. Los vecinos también organizaron cocinas para el rancho de los soldados y otros «que à porfía se destinasen seglares, eclesiásticos y muchachos, perdida enteramente la aprehensión y el miedo, á llevar por sí y hacer llevar á otros agua en abun- 97  Carrero, A. J.: op. cit. 98  Gómez de Arteche y Moro, J.: Guerra de la Independencia, Madrid: Ed. Imprenta y Litogra-fía del Depósito de la Guerra, 1875, t. II, pág. 319. Revista de Historia Militar, 116 (2014), pp. 11-72. ISSN: 0482-5748


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